Batalla de Piedra Sillada

Piedra Sillada (2004)


 

La vida y muerte de Garci Fernández, al igual que la de la mayoría de sus coetáneos, ha quedado impregnada de leyenda. Los juglares de la época se tomaron innumerables licencias tanto en la narración de sus hazañas como en la interpretación de los hechos de cuantas personas rodearon al "conde de las bellas manos". Y los anales y crónicas no siempre supieron o pudieron sustraerse al influjo de los cantares de gesta.

Entre los pocos datos que se conocen con certeza está el de que García Fernández fue hijo de Fernán González -a quien sucedió en el Condado de Castilla a su muerte, en el año 970- y, por tanto, nieto de aquel Gonzalo Fernández que, partiendo de Lara en el 912, bajó con sus gentes a repoblar Aza, Clunia, San Esteban de Gormaz y, muy probablemente, también Alcozar.

Los Anales Complutenses dejan constancia de este temprano hecho:

"Sub era DCCCCL populavit Munio Munniz Roda, et Gunzalvo Teliz Osma, et Gunzalvo Fernandez Cozca, et Clunia, et S. Stephanum secus fluvium Dorium"  

Durante la Reconquista, las tierras fronterizas del Duero vivían bajo la constante amenaza del ataque musulmán y, de hecho, sus aldeas y castillos pasaban de unas manos a otras de la noche a la mañana. La guerra y la paz -como siempre- la decidían los poderosos, y el pueblo llano se limitaba -y no era poco- a sufrir sus nefastas consecuencias.

La mayor parte de las batallas de la Reconquista no pasaron de ser simples "razzias" o "aceifas", expediciones de castigo que perseguían, como objetivo principal, la captura de prisioneros de rescate y un buen botín. Mientras tanto, los campesinos veían incendiados sus campos y robados sus ganados e, invocando alternativamente a Jesucristo o a Alá, volvían a arar las tierras arrasadas unas veces por los musulmanes y otras por los cristianos.

Garci Fernández intentó mantener -mientras pudo- la paz con los otros reinos cristianos (frecuentemente recurriendo a alianzas matrimoniales) con el fin de que esta unión fuera capaz de hacer frente y repeler el ataque musulmán. Pero los pactos con Córdoba y los compromisos de pagar tributo al califa se dieron a menudo entre los nobles, incluso entre los de su propia familia.

Esa falta de unidad entre los reinos cristianos, el creciente descontento de algunos  nobles castellanos cansados de la lucha, y la fuerza y destreza guerrera de Almanzor, llevaron a García Fernández hacia una muerte que, según se asegura, ya había vaticinado el poeta Said de Bagdad en su "Profecía de la Cierva".

El odio que sentía Almanzor hacia Garci Fernández se acrecentó todavía más cuando el hijo menor del caudillo árabe, Abd-Allah, urdió una conspiración contra su padre y, descubierta su intriga, huyó a tierras cristianas solicitando protección y amparo del Conde Castellano. García no se los negó, y le dio asilo.

Reclamó Almanzor la entrega de su hijo, no sin antes haber jurado que respetaría su vida -cosa que no hizo- y, despechado, instigó a su vez a la traición a la mujer -Ava de Ribagorza- y al hijo -Sancho García- del Conde de Castilla.

Muchos nobles descontentos apoyaron a Sancho y abandonaron a su padre, con lo que el ejército castellano quedó desmembrado. Al mismo tiempo, los infanzones de Espeja, que tenían a su cargo el servicio de "anubda" o vigilancia de los castillos de la ribera del Duero, se negaron a defender otras fortificaciones cuando los recintos que custodiaban pasaron a manos musulmanas.

No se arredró el conde castellano ante las pocas huestes fieles que le seguían y la superioridad numérica de su enemigo, a quien presentó batalla.

Esta batalla, que aparece en los anales y crónicas de la Reconquista con varios nombres: Piedra Salada, Piedra Solada (posiblemente por lo aislado que está el peñasco) y Peña Salada, tuvo lugar entre Alcozar y Langa, al parecer el día 18 o 19 de mayo del año 995, y en el transcurso de la misma cayó Garci Fernández gravemente herido por un bote de lanza y fue hecho prisionero.

El escenario de la contienda bélica no fue otro que el predio que actualmente conocemos como Piedra Sillada, sito en el término municipal de Alcozar.

Los datos de la batalla son escasos, pues si bien todas las crónicas y anales dejan constancia del hecho, no se prodigan en detalles y pormenores y, aun los pocos que aparecen resultan en más de una ocasión contradictorios.

Todos los escritos señalan que la batalla se desarrolló en el año 995, pero no coinciden ni en la fecha de la contienda ni en la de la muerte de Garci.

Los Anales Toledanos, por ejemplo, indican que murió el lunes 29 de julio:

"Prisieron moros al conde García Fernández, et murió en la segunda feria, IV calendas augustas"

En los Anales Compostelanos se menciona que la batalla tuvo lugar el 25 de diciembre, fecha poco probable dados los rigores invernales que toda la provincia de Soria debe soportar.

"Era MXXXVII, VIII kalendas januarii captus, et lanceatus fuit comes Garsias Ferdinandi a sarracenis inter Alcocer et Langa, in riba de Dorio; et quinta die mortuus fuit, et ductus ad Cordobam, et sepultus in Sanctos tres, et inde ductus fuit ad Caradignam"

Los Anales Complutenses señalan como fecha el 29 de julio de 995:

"In era MXXXIII preserunt mauri conde Garci Fernández, et fuit obitus ejus die II feria, IV kal. augusti"

El Cronicón Burgense indica el 25 de julio como fecha de la batalla y el 29 del mismo mes para la muerte de García:

"Era MXXXIII; noto dite, VIII kalend. augusti captus et lanceatus comes Garsea Ferdinandi in ripa de Dorio, et V. die mortuus fuit, et ductus fuit ad Cordobam, et inde adductus ad Caradignam"

La Crónica General no alude a fechas concretas:

"Fue contra los moros con pocos caballeros que tenie, et lidió con los moros, mas tanta era la muchedumbre dellos que no podie dar y consigo; et murieron y muchos cristianos, et prisieron y al conde García Fernández, et esto fue en Piedra Salada, et leváronle los moros preso, et de las grandes feridas quel dieron en la lid, murió dellas a pocos días en Medinacelim"

Por último, es el historiador árabe Ibn al-Jatib quien, refiriéndose a la batalla de Piedra Salada dice que "fue el sábado, Rabí II del 385", o sea, el 18 de mayo del año 995.

Esta última fecha, el 18 de mayo del 995, parece ser la más fiable, habiendo muerto el conde cinco días después, es decir, el 25 del mismo mes, en Medinaceli, donde fue llevado prisionero por el visir Qand.

Dicen las crónicas que Almanzor envió médicos para que curasen a Garci, pero las graves heridas recibidas en la cabeza le llevaron irremisiblemente a la muerte. Si entre las pretensiones de Almanzor estaba la de enfrentarse a su mayor enemigo todavía vivo y ejercer su última venganza es algo que nunca sabremos.

placa en la fachada del antiguo ayuntamiento (2004)

 

Lo que sí se conoce es que la cabeza de García Fernández fue enviada a Córdoba en un cofre precioso y que su hijo Sancho García, tras negociaciones con Almanzor, pudo recuperar su cadáver e inhumarlo en San Pedro de Cardeña, cumpliendo así los deseos del Conde de ser enterrado en este monasterio.

La traición de Sancho García fue pronto olvidada por los castellanos, ya que, con su política prudente y negociadora, no tardó en ganarse la confianza de sus súbditos.

No ocurrió lo mismo son su madre, Ava de Ribagorza, a quien la leyenda tildó de "condesa traidora" y los juglares hicieron responsable tanto de la sublevación de su hijo Sancho como de la muerte de su esposo.

Cuentan que los guerreros de aquella época mantenían sus caballos dentro de sus propios dormitorios con el fin de poder incorporarse a la lucha tan pronto como las circunstancias lo requiriesen. Y la leyenda agrega que Ava, una condesa extranjera a los ojos de los castellanos, mantenía gordo y lustroso el caballo de Garci, pero en vez de alimentarlo con cebada lo hacía con salvado, lo que propició que el animal cayera desfallecido en el fragor de la batalla de Piedra Sillada y el conde fuera herido y hecho prisionero.

No se recataron en asegurar también que, deslumbrada por las riquezas de la corte musulmana, Ava pretendía casarse con Almanzor o con algún califa. Y no faltó juglar que  añadiera que intentó envenenar a su propio hijo para conseguir el gobierno de Castilla.

Quiso la leyenda que Ava elaborase una pócima venenosa para su hijo Sancho García, pero, cuando estaba preparando el brebaje, una de sus camareras descubrió sus intenciones y se las comunicó a su amante, quien a su vez informó a Sancho. Éste guardó el secreto y, cuando su madre le presentó la copa, hizo que ella bebiese primero, cayendo muerta al instante. El fiel informante era natural de Espinosa, por lo que desde entonces se concedió a los denominados Monteros de Espinosa el honor de guardar la cámara de los reyes de Castilla.

Quedaron para Garci Fernández leyendas más favorables, como aquella que asegura que poseía las manos más blancas y bellas que jamás tuviera criatura humana y que, era tanta su belleza, que el Conde se veía obligado a usar siempre guantes para evitar que cualquier mujer pudiera enamorarse con una simple mirada.

Dejando al margen cuantas leyendas envuelven a estos personajes históricos, lo único cierto que se conoce es que Ava de Ribagorza no aparece junto a su marido en los documentos de los últimos años de la vida del Conde, lo que hace sospechar que ya había sido repudiada. Y también se sabe que no está enterrada junto a García, a pesar de que la lápida colocada en la capilla de la iglesia de San Pedro de Cardeña -donde fueron trasladados sus restos al convertirse el monasterio en ruinas- así lo proclama:

HIC IACET

GARSIA FERDINANDI, CASTELLÆ

COMES, MAGNI COMITIS FERDINAN-

DI GUNDISALVI FILIUS. OBIIT ERA

MXXXIII

+

AVA COMITISSA, GARSIÆ FERDI-

NANDI COMITIS CONJUX, ET EN-

RICI IMPERATORIS NEPTIS

Otro error contiene la inscripción de esta lápida, pues Ava no era nieta del emperador Enrique, sino descendiente de los condes de Ribagorza y el Pallars y de los de Toulouse.

A pesar de tantas traiciones -que indudablemente las hubo- la causa principal de la derrota en Piedra Sillada se debió a las desavenencias y falta de unión de los nobles castellanos y -¡cómo no!- sobre todo a esa superioridad numérica de los musulmanes que ha quedado plasmada en un adagio que todavía hoy se recuerda por tierras sorianas:

Llegaron los sarracenos

y nos molieron a palos;

que Dios ayuda a los malos

cuando son más que los buenos.

 


 

Ver en Bibliografía Boletín de la Real Academia de Bellas Letras."En palabras del Dr. Makki, este es uno de los poemas más interesantes de ibn Darrāğ al-Qasallī. Está dedicado a la muerte del conde castellano Garci-Fernández tras su captura por los ejércitos musulmanes. [...] Uno de los poemas más interesantes de Ibn Darray es el dedicado a la muerte del conde castellano Garci-Fernández tras su captura por los ejércitos musulmanes.
Sabemos por las fuentes históricas que el valeroso conde,
batallador incansable, nunca dio tregua a los musulmanes, pese a las derrotas que le habían infringido una y otra vez. La última expedición que Almanzor y su hijo ͗ Abd al-Malik dirigieron contra Castilla, conquistando las plazas de San Esteban, Clunia y Barbadillo, en el año 994, no hizo mella en el ánimo del fogoso guerrero. En la primavera del año siguiente salió Garci-Fernández en algazúa hacia la región de Soria y Medinaceli.

Más la salida del conde hubo de acarrearle su trágico final. Junto a la ribera del Duero, entre Langa y Alcozar, fue capturado por los musulmanes después de caer herido, alcanzado por un bote de lanza. Esto ocurrió en 19 de mayo de 995. Según Ibn Bassm, que nos proporciona nuevos datos sobre este importante acontecimiento, el general eslavo Qand, gobernador de Medinaceli, trasladó al malherido García a esta ciudad, tratando de curarle sus heridas pero el infortunado conde murió a los pocos días. Su cabeza fue cortada y enviada a Córdoba, mientras su cuerpo se quedó en Medinaceli hasta que fue entregado a su hijo Sancho García para recibir sepultura en el monasterio de San Pedro de Cardeña. El Poema de Ibn Darray en esta ocasión es de una belleza épica extraordinaria, además de su valor documental. En él habla del cuidado que el ilustre cautivo recibió de los musulmanes con el fin de salvar su vida y del duelo que causó su muerte en la misma Córdoba. Es curioso que la poesía de Ibn Darray, más que un elogio dedicado a Almanzor, parece una elegía a la memoria del héroe caído. Las palabras del poeta musulmán reflejan una gran admiración por la personalidad del conde cristiano, prodigando en ellas los calificativos de nobleza, valentía, sagacidad y generosidad ¡qué bella es la imagen que Ibn Darray nos pinta de la personalidad que con más resolución y tenacidad luchó contra el Islam andaluz! No cabe duda de que el poeta cordobés, que en el año anterior había visto por sus propios ojos cómo luchaba el conde castellano contra las huestes musulmanas, podía hacer de él este retrato pintado con colores y no exento de un sentimiento de admiración que quizás el mismo Almanzor abrigara hacia su irreductible enemigo"

 


 

Teógenes Ortego, en su obra: La Ribera Soriana del Duero, Publicaciones de la Sociedad Económica Numantina de Amigos del País, Soria 1930, señala:"Entre la carretera y la vía férrea, frente al camino que se toma desde aquella para Alcozar, se encuentra el paraje llamado «La Sangrera» donde se libró una batalla, funesta para las armas cristianas, entre Almanzor y Garcí Fernández, hijo del intrépido Fernán González" (p. 79).

Ortego, tal vez influenciado por la leyenda local que asegura que el nombre de La Sangrera se debe a que en estos pagos tuvo lugar una gran batalla en la que corría la sangre, confundió este lugar con Piedra Sillada.

Teógenes Ortego continúa en nota a pie de página: "En 994 excitó Almanzor a Sancho de Castilla a rebelarse contra su propio padre Garci Fernández. Una alianza pasajera se establece entre Castilla y Navarra; sus ejércitos juntos se oponen a Almanzor el 25 de mayo de 995 entre Alcocer y Langa; pero allí también la fortuna, opuesta a toda tentativa de unión, desaira a los ejércitos cristianos. Dueños éstos de la fortaleza y de los puntos estratégicos dominaron la situación durante tres días, sin decidir la contienda. Los árabes fingieron una retirada para incitar a los cristianos a bajar a la vega; una vez que éstos lo hicieron, se trabó horrible lucha cuerpo a cuerpo, siendo numerosas las bajas de una y otra parte. Quisieron los cristianos retroceder a sus antiguas posiciones; pero era tarde. La caballería mora cortó la retirada y fueron completamente derrotados. El mismo Garcí Fernández «gravemente alanceado» murió en poder de los árabes fracasando los esfuerzos por curarlo de sus heridas. El galante vencedor, justificando quizá los tratos con Sancho, -el hijo rebelde-, le devolvió con pompa en riquísima caja el cadáver de su padre".

 


 

BIBLIOGRAFÍA


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