Prólogo a la conmemoración del

Milenio de Piedra Sillada

voleando las campanas (1995)


 

A MODO DE PRÓLOGO

Durante mucho tiempo acariciamos la idea de rendir un merecido homenaje a quienes habitan permanentemente en Alcozar: a esos hombres y mujeres -ya jubilados- que sufren los rigores y la soledad invernales; a los labradores que fijan su mirada en el cielo cada vez que la sequía amenaza sus cosechas; a los niños y niñas -apenas dos o tres- que pronto deberán abandonar su hogar, porque en Alcozar ya no hay escuelas.

Como todo lo que requiere dedicación, esfuerzo y organización, el proyecto -que nos perdonen los residentes en Alcozar- se ha ido postergando año tras año. Nuestra conciencia nos espolea cada verano para recordarnos ese deber incumplido. Pero la dispersión de "los hijos del pueblo", la vuelta al trabajo cotidiano, el tráfago de las grandes ciudades, las eternas prisas... han hecho que demorásemos el cumplimiento de lo que reconocemos como una deuda contraída con vosotros.

No pretendemos acallar nuestra conciencia con estas cuatro líneas. La deuda contraída permanece. Y no descansaremos hasta que las nuevas generaciones tomen la antorcha y el relevo, y se dispongan a rendiros ese homenaje que tenéis bien ganado y merecido.

 


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