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Entre soles arbóreos esos astros jugosos de zumo anaranjado, llegó la muerte dulce a los árboles frutales, buscando al viejo de las papas, de los nísperos y de los aguacates, el viejo que cultivaba colores y aromas, murió recogiendo las naranjas. El viejo cascarrabias que el campo amaba que adoraba el vino tinto que leía en la cama que iba de la casa a la tierra y del trabajo a casa. Parece que no quiso entrar en 2005 con 83 inviernos a la espalda y se fue al más allá de repente con los zapatos llenos de barro en la mañana del zumacal, luminosa y clara. Con él se fueron el joven del arado y el soldado del aire, el mecánico de motores diesel, el taxista del ford taunus, el fotógrafo de la woylander, el aduanero del muelle grande y el funcionario de correos, el contable, el pescador de bailas, el padre abnegado y el abuelo inmenso. Se fueron todos ellos cargados de naranjas. Ojalá nosotros vivamos tanto y conozcamos tanto, trabajemos y amemos tanto a la tierra como el viejo campesino y cultivemos tanto y ayudemos tanto antes de irnos definitivamente dejando atrás los árboles cargados de naranjas. En Sevilla, a 6 de enero de 2005. |