Tú,
que famoso fuistes
y
batallas resististes
en
los campos de los llanos,
enfrentando
a moros y cristianos.
Piedra
Salada
la
llamaban de nombre,
donde
murieron muchos hombres
luchando
con cuchillos y espadas.
Debajo
del castillo hay un túnel
donde
vivieron los moros
y,
dejando su tesoro,
se
tuvieron que emigrar.
Tal
vez algún día
vengan
a por él;
nosotros,
o nuestros hijos,
tengamos
que defender.
Nos
dejaron la ermita
donde
ellos adoraban,
reflejando
sus rostros
en
piedras picadas.
Se
quedaron los cristianos,
cambiando
cuevas por casas.
Aquellos
arrieros
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por
las montañas cabalgaban,
aquellos
aguaceros
sobre
sus capas azotaban;
aquellas
carretas
que
tanta madera arrastraban;
aquel
herrero
que
su yunque sonaba;
aquellas
campanas
que
tocaban al alba.
Así
se fueron formando
las
costumbres castellanas.
Los
pastores, con sus rebaños,
por
los montes y praderas
llevaban
perros lobos
para
guardarsen de las fieras.
Cantan
los pajarillos,
llega
la primavera,
ya
bajan cantando
los
pastores de la Sierra.
Les
dedico esta poesía,
como
un gran recuerdo,
con
todo el cariño
de
un hijo del pueblo.
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