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PORTAL ALCOZAR

"Alcozar"

 

y

 

"¡Qué triste ha quedado el campo!"

 

Jesús Romero Pastor (1994)

Alcozar (2004)


Alcozar

Pueblo nuestro, de montañas y colinas,

de parajes rocosos y barrancos,

y en el seco estar de tus encinas

un contorno de aliagas entre cantos.

Como un ser, esta tierra pionera

que al pasar de sus años tiene encanto,

como dijo aquel pobre: "quién pudiera

ser un ser y no arrastrado llanto".

Es el entorno, la soledad,

el murmullo del viento aquí en lo alto

y el inclinado del matorral

cuando se oxigena el campo.

Cada vez que en lo alto me siento

y te miro y observo tu encanto,

me reflejas tu fiel documento

con la fe de que mucho en ti hay,

¡dime cuánto!

A lo lejos, una sombra de montañas

apoyadas una en otra cual colinas,

y entre ellas el barranco que se ensaña

del temporal del invierno en la roca hendida.

En tu monte vegetan las encinas,

los enebros y varios matorrales,

y es mojón con las allá vecinas

tierras y campo de otras entidades.

Mas... aquí, en tus propiedades

y en lo bajo del terrón:

sembrados, viñedos y naturales

purifican tu sazón.

Dando así fruto, esta tierra

compensando el sudor del labrador

y mordiendo con los dientes de la sierra

la madera del monte por el leñador.

Terreno de tu sufrida estancia,

que tu vista no ha venido al alzar,

me parece una fuerte nostalgia

por el amor que te tengo, Alcozar.

Mas despido el mirar que tenía,

y otro día poderte abrazar;

mi cabeza esta tarde perdida

por quererte a ti siempre ensalzar.

 

¡Qué triste ha quedado el campo!

camino enfangado (2004)

 

¡Qué triste ha quedado el campo!

Ya no canta el labrador;

se han apagado sus ecos

con el ruido el tractor.

Y no hay aquella alegría

que había por los caminos

cuando los mozos de mulas

iban cantando al destino.

También el pastor cantaba

al ritmo de los cencerros

que sus ovejas llevaban,

y al ladrido de los perros.

Pastores y labradores

cantaban en armonía,

y los valles y vaguadas

se llenaban de alegría.

Sólo chiquillos y viejos

en el pueblo se quedaban.

Las mujeres y las mozas,

pues también éstas cantaban:

"Cuando vas a la arada, mozo de mulas,

desde mi cama siento las herraduras.

Cuando vas a la arada, mozo de bueyes,

desde mi cama siento los cascabeles".

Con qué brío el labrador

la tierra la cultivaba

con el arado y la hoz,

el azadón y la azada.

El frío de los inviernos

y en los veranos el sol

con orgullo lo aguantaba

el sufrido labrador.

Y cuando llegaba el tiempo,

su fruto recolectaba,

llevándolo a la ciudad

donde se lo despreciaban.

La agricultura en España

siempre fue la cenicienta,

pero el hombre se ha cansado,

y la rehuye, y se ausenta.

Ya no hay hombres en el campo,

ni en la aldea, ni en los pueblos,

se fueron a la ciudad

buscando un mejor empleo.

¡Qué triste ha quedado el campo!

Ya no canta el labrador;

se han apagado sus ecos

con el ruido del tractor.


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