Fuerte
ilusión ya tenía
aquel
que hizo la bodega;
quizás
en su mente habría
de
guardar su mosto en ella.
Quizás
de otro siglo hablemos:
hombres
entonces picando,
su
tierra fueron sacando;
así
lo recordaremos.
La
piedra de sillería,
que
su portada engalana,
se
siente tan veterana...
años
ha que se pondría.
Entrando
en ella
con
una vela encendida,
luz
que ha dado la cerilla
para
poder verla.
Empezamos
a bajar,
muchas
escaleras hay.
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Otro
amigo que viene -¡qué hay!-
baja
al cubillo a probar.
No
ve el vino dónde va,
aunque
tiene buen sabor.
Aquí
se hace lo mejor,
pues
es donde debe estar.
Del
mismo jarro bebemos,
degustamos
del bebido,
charlamos,
es divertido;
¡no
sé ni cómo saldremos!
Después
de tragos echar,
cigarrillos
encender
y
de las charlas tener,
nos
tenemos que marchar.
Quién
fuera aquel adivino
que
pensara en las bodegas,
son
tan frescas y halagüeñas...
aquí
se cura el buen vino. |