| IRREVERENCIAS
las reuniones en la puerta de la bodega propiciaban el chascarrillo, la procacidad y la irreverencia
1. Antes de ir a la escuela, y tan pronto como los niños comenzaban a memorizar algunas oraciones, algún hermano mayor, el abuelo o algún vecinos, les enseñaba la versión jocosa o irreverente. He aquí algunos ejemplos. Padre Nuestro, metido en un cesto; las sábanas rotas y el culo abierto.
2. Si de lo que se trataba era de aprender a persignarse, memorizaban a un mismo tiempo lo de "por la señal de la Santa Cruz" y aquello otro de: Por la señal de la canal; comí tocino, me supo mal; volví a comer, me supo bien. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amen.
3. Si le tocaba el turno a San Juan, las coplillas populares que cantaban mozos y mozas el día del solsticio de verano podían ser de este tenor: San Juan, San Juan y la Magdalena fueron, fueron, a coger melones, y en medio del melonar se le perdió los calzones.
4. Las irreverencias no tenían más límite que el impuesto por la rima de la letrilla. Así, en el caso de San Sebastián, a quien la iconografía muestra ligero de ropa, se decía. San Sebastián desnudo, que le daba el sol en el ojo del culo.
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