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PORTAL ALCOZAR

"Partido de fútbol en Rejas" (a la memoria de Florencio García Madrid)

 

Antonio García Molina (2013)

 

Florencio "dominando" el pendón (foto agosto 1995)


Queridos amigos:

Tenía el convencimiento de que os había contado todo lo "transmisible" de mi estancia en el pueblo y que pudiera ser de cierto interés, pero ayer me enteré de que uno de mis alumnos, Florencio, nos abandonó hace ya dieciséis años y, volviendo a dejar correr la memoria, llegué de nuevo hasta vosotros en la soleada primavera del año 68. Los recuerdos se ven empañados de nebulosa vaguedad por lo que no sería raro algún error, pero, en síntesis, lo fundamental se encuentra reflejado en mi relato, que os mando como homenaje al alumno que se fue.

Veréis, las cosas sucedieron más o menos así: Un día Emilín me comentó que los de Rejas les habían retado a un partido de fútbol a disputar en aquella localidad y, como no eran bastantes en Alcozar, me pedía que formara parte del equipo. A mí el fútbol no me ha entusiasmado jamás y he sido un auténtico patoso para practicarlo. A veces, en los recreos, me ponía a jugar con los alumnos por estirar las piernas o entrar en calor, pero hasta los menos hábiles me regateaban a placer y encima se reían. Y no es que estuviera obeso ni mucho menos ya que 62 kilos para una talla de 1,72 no era precisamente estar gordo.

Bueno, el caso es que acepté, y en la tarde de un domingo los aguerridos componentes del "Alcozar C.F.", atajando por el campo, emprendieron la marcha camino de Rejas. Yo preferí irme en la moto por la carretera "aunque fuese un trayecto más largo". Los de Rejas nos esperaban con ansiedad y, cuando los ví, pensé que allí había un mucho de trampa. En nuestro equipo el único de cierta edad era yo, los demás, alumnos de la escuela, porque no había en el pueblo ni un solo representante de la juventud fuera de ellos, mientras que en el "Atlético Rejas" los había bastante grandotes y con unas caras de fieras que... metían pavor. Llenos de ánimo se alinearon ante ellos los Arturo, Emilio, Álvaro, Florencio, Máximo, Pedro (¿había un Claudio?) y hasta me parece que Paquito y Tomasín (Isidro estaba con los frailes y, si omito alguno, pido disculpas) por supuesto, con la "inestimable incorporación de un servidor".

Los de casa jugaban con muchas bazas a su favor porque, mientras en Alcozar ·"practicábamos el fútbol" en un campo pequeño, la plaza, hoy de Garci Fernández, con dos piedras delimitando cada una de las porterías y siguiendo la norma de "patada a seguir", ellos contaban con un campo más amplio, dos palos de alturas imprecisas y desiguales más o menos verticales para cada portería y cuatro pedruscos delimitando las esquinas; incluso tenían asignados los puestos de defensores o atacantes en función de su agresividad; en nuestras líneas el caos era absoluto.

Lo normal hubiera sido que Arturo (fuertote y duro), Emilio (alto y ágil) y yo (¿), nos hubiésemos quedado en la defensa, pero cada uno quería su protagonismo aunque no asistiera ni un solo espectador, y jugamos a lo que estábamos acostumbrados a hacer, es decir, a "todos a por el balón". En la portería se turnaron Florencio y Máximo, porque cuando llegaba un gol (y era con demasiada frecuencia) y empezaban las críticas ("¡Ése podías haberlo parado!", "¡No sirves para portero!", "Déjame a mí y verás!"...), había cambio de cancerbero. De árbitro, "mister Clamor", a saber, cuando el balón traspasaba la imaginaria línea de banda y el jugador beneficiado gritaba "¡Ha salido fuera!", los compañeros aunaban sus voces convirtiendo el fuera de banda en un auténtico clamor al que había que acatar en ausencia de jueces de línea. De manera idéntica sucedía con una mano, un agarrón (algunos volvieron con las camisas rotas), una carga antirreglamentaria o un patadón (yo anduve cojeando un par de semanas). El fuera de juego no existía.

Lamentablemente, pese a los "denodados esfuerzos" de los alcozareños, los goles los fuimos encajando uno tras otro... hasta once. El tanto del honor lo conseguí yo (como es natural), y debido a un fallo garrafal del portero del "Rejas": había llegado un balón (por pura casualidad) hasta las cercanías de su portería, cogió el balón con las manos y lo puso en la también imaginaria línea del área para sacar a balón parado. Me di cuenta del error e impulsé con todas mis ansias el esférico por entre los dos palos de su portería cantando el gol. Terminó el partido cuando ya todos estábamos más o menos cansados (yo, más bien "más") y, unos a pie y yo en la moto desanduvimos el camino por donde habíamos llegado.

Es posible que este relato le resulte desconocido a alguno de los protagonistas de la "gesta", pero es normal porque para ellos aquello fue un episodio más en el devenir de los días y, si yo lo recuerdo y de manera pormenorizada, se debe a que, para mí, la estancia en Alcozar supuso un período de mi vida tan impactante que no pasa día en que, de una u otra forma, lo recuerde agradablemente. Por eso también, mis placenteros recuerdos del pueblo se vieron empañados por la tristeza de saber que Florencio dejó este mundo sin dar tiempo a que su hijita y su esposa pudieran disfrutar plenamente de él.

 

Los Gallardos (Almería), 30 de diciembre de 2.013

 

Iglesia de San Martín, Rejas de San Esteban (foto agosto 1993)


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