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COFRADÍA DE LA VERACRUZ (I)

por Divina Aparicio de Andrés (1979)

 

 

Cambio de varas de mando (3 de mayo de 2009)

 

Las únicas asociaciones de carácter religioso que han existido en Alcozar durante los últimos siglos han sido las cofradías: Cofradía de la Veracruz y Cofradía del Señor, ambas de ámbito local. [1]

Sólo hemos podido recopilar sus estatutos de forma parcial. Y en ellos encontramos, exceptuando las peculiaridades de cada una de ellas, las siguientes coincidencias:

  1. El fin de la cofradía será el "rendir culto a Dios y homenaje de amor y agradecimiento a Nuestro Señor Jesucristo por la infinita merced que concedió al género humano con su Pasión y Muerte, y asentar y perfeccionar la virtud de los hermanos cofrades, a quienes además se auxiliará espiritualmente en la forma que se establezca".

  2. Los hermanos cofrades deberán "respeto y obediencia a las Jerarquías Eclesiásticas y a las Autoridades y cargos de la Cofradía".

  3. Los hermanos cofrades procurarán "observar en la vida pública y privada intachables costumbres y conducta".

  4. Para el ingreso en la cofradía se observarán las "formalidades del Reglamento y se abonará la cuota correspondiente".

Aunque hemos indicado las generalidades de ambas cofradías, este trabajo se referirá única y exclusivamente a la de la Veracruz.

Esta asociación, conocida dentro de los límites de la comunidad con el nombre de Cofradía de la Cruz, fue fundada, según creemos, hace varios siglos. La imposibilidad, como ya hemos indicado, de reconstruir sus estatutos de forma total, nos impide datar con exactitud la constitución de la misma. Sin embargo, la proliferación de cofradías surgidas bajo esta misma advocación a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII, nos permite suponer que la fundación de ésta debió coincidir con aquellas fechas.

Nos referimos a la cofradía en pasado porque, aunque perviven algunos elementos propios de la misma, éstos han sido adaptados a la forma de vida actual y no cumplen las funciones para las que fueron instituidos.

Los miembros de la asociación recibían el nombre de cofrades o hermanos, si bien el primer término no siempre se empleó correctamente en la lengua vernácula. Como consecuencia de un fenómenos lingüístico frecuente en Alcozar la metátesis este vocablo sufrió una deformación y se convirtió en "cofadre".

Se consideraba cofrade a todo habitante de Alcozar hubiera nacido o no en la aldea y sin distinción de sexo a partir de la edad de siete años.

 

hierros de hacer hostias (2004)

 

Debido al carácter religioso de esta institución, la inclusión del individuo en la cofradía estaba íntimamente ligada a lo que podríamos considerar como un rito de pasaje: la Primera Comunión. La Eucaristía, hasta tiempos bien recientes y siempre que el niño no presentase síntomas de retraso mental, se recibía a la edad de siete años.

Todos los cofrades al menos estatutariamente contraían la obligación de asistir a los entierros y misas de cabo de año celebradas por el alma de sus hermanos difuntos.

Sin embargo,  sólo los hombre mayores de edad eran multados por su incumplimiento, siempre y cuando no hubieran notificado previamente algún impedimento que les sirviera de eximente.

Al margen del fin primordial al que aluden los estatutos: "rendir culto a Dios y homenaje de amor y agradecimiento a Nuestro  

Señor Jesucristo", nos encontramos ante una forma pagana de rendir culto a los antepasados integrada en el ritual propio de la Iglesia Católica. La pervivencia de ritos ancestrales dentro de la religión oficial es una práctica muy común en la España rural.

La pertenencia a esta asociación implicaba la aceptación de un vínculo de parentesco espiritual que unía a todos los cofrades. Esta alianza que podríamos considerar como familismo amoral no sería sino una reminiscencia de estadios anteriores de civilización en los que imperaba la familia extensa y, al mismo tiempo, explicaría la denominación de hermanos y el compromiso de asistir a los entierros y misas de cabo de año. Los difuntos formarían el grupo de antepasados de la cofradía y, en consecuencia, de toda la aldea.

El incumplimientos de estos deberes no sólo era sancionado por las autoridades de la asociación con multas económicas, sino que podía derivar —según creían los alcozareños en castigos infligidos por los propios muertos o por fuerzas sobrenaturales. Sin que el miedo llegase a evitar totalmente las infracciones, puesto que son frecuentes los testamentos en los que se hacen constar de forma explícita las obligaciones de la familia para con el difunto.

En los registros parroquiales encontramos algunas partidas de defunción datadas a finales del siglo pasado en las que se detalla:

"Hizo testamento y en él dispuso, en sufragio de su alma, Misa de entierro, plegaria fin de año, tres céntimos de peseta de responso diario con dos luces, y una novena de Misas cantadas".

o bien:

"Hizo testamento y en él dispuso, en sufragio de su alma, Misa de entierro, plegaria de fin de año y responso y luz cuando pueda su familia".

Si bien es cierto que las obligaciones derivadas de estos testamentos atañen únicamente a los familiares consanguíneos, creemos que éstas se proyectaron hasta los miembros de la Cofradía de la Cruz. Y, en consecuencia, este vínculo de parentesco convirtió la comunidad aldeana en una especie de clan espiritual.

El alcozareño, aunque no excesivamente supersticioso, siempre creyó que, de no cumplir con sus difuntos, impediría la entrada de éstos en el cielo y sus espectros vagarían sin descanso por el mundo de los vivos. Pero el análisis de los testamentos aludidos nos inclina a suponer que estas obligaciones se demoraban u olvidaban con cierta frecuencia y, para evitarlo, nada mejor que exponer la última voluntad a través de un documento público. De esta forma, el vecindario se encargaría de recordar a la familia cuáles eran sus deberes y de condenarla con duras críticas en caso de negligencia o descuido.

Los representantes de la cofradía eran un alcalde y un mayordomo, quienes ostentaban insignias consistentes en una vara de madera acabada en forma de cruz. Debían llevar consigo dichos símbolos durante los entierros y en todos aquellos actos y funciones religiosas relacionadas con la cofradía. No nos extendemos sobre el simbolismo de las aludidas insignias porque es obvio: la cofradía se denominaba de la Veracruz y tenía precisamente una cruz por emblema.

Los representantes, además de portar las mencionadas enseñas durante las ceremonias señaladas, debían mantener velas encendidas en el transcurso de los funerales. Estas velas eran entregadas por los familiares del difunto, que las llevaban a la iglesia dentro de una cesta. Las velas, como es bien sabido, estuvieron siempre asociadas a ritos de purificación de ahí deriva el nombre de la Candelaria y constituyen el símbolo de la luz necesaria para que las almas encuentren el camino hacia "el más allá".

Los cargos de la cofradía eran renovados anualmente el día de la Cruz recayendo en los dos varones de mayor edad que no los hubieran ostentado con anterioridad. El "status" dentro de esta asociación es adscrito, pues éste no existe en función de las cualidades del individuo sino que está relacionado únicamente con su edad y, al mismo tiempo, permite establecer reglas de precedencia y normas sobre el respeto formal a la ancianidad basadas en su supuesta sabiduría y acumulación de experiencia.

El día de la Cruz, acabada la misa, se salía en procesión a bendecir los campos. Existían varias cruces colocadas en pequeños altozanos desde donde se divisaba buena parte del término municipal cruz de San Marcos, cruz de la Viguilla, etc. La comitiva seguía la ruta de estas cruces guiada por el sacerdote y los representantes de la cofradía. Y a lo largo del camino se iban mezclando las letanía con cánticos propiciatorios paganos.

En estas procesiones nos encontramos con dos tipos distintos de súplica: 1. el dirigido a los santos en calidad de intermediarios y manipuladores potenciales de las fuerzas de la Naturaleza -a los que se implora una intervención favorable en el crecimiento de las cosechas- y 2. el encaminado a las figuras carismáticas de Cristo, María o los santos en demanda de perdón. Estas dos clases de plegaria aparecen yuxtapuestas e íntimamente relacionadas dentro del ritual.

Los párrocos jugaron un papel importante en la comunidad aldeana, pero las cofradías no fueron meros instrumentos de la Iglesia y de sus representantes. Aun considerando su carácter religioso, responden en primer término a la simple necesidad de asociarse que siente el individuo. Así se explicaría que mientras han ido desapareciendo paulatinamente las procesiones, se mantiene todavía hoy la merienda de hermandad que se celebra el día 3 de mayo.

A la aludida merienda asistían, en calidad de representantes de la cofradía, el alcalde y el mayordomo, y eran invitados de honor el sacerdote, el mayordomo y alcalde salientes y el mayordomo y alcalde entrantes; es decir, quienes habían ostentaron el cargo durante el año anterior y los que lo harían el siguiente. Con motivo de esta celebración se sacrificaba un cordero, que era pagado, a partes iguales, por todos los cofrades mayores de edad, al igual que ocurría con el vino que se consumía durante la merienda.

En este ritual podemos encontrar rasgos de antiguas funciones redistributivas, pues aun cuando todos los asistentes debían entregar un determinado importe para la adquisición del vino, era el alguacil quien, en nombre de los representantes, lo repartía.

 

jarro con la que el alguacil repartía el vino

 

Los demás varones que acudían a esta merienda y que no eran ni representantes de la cofradía ni invitados de honor debían llevar sus propias viandas, pero no así el vino que, como ya hemos indicado, se compraba de junto y lo distribuía el alguacil.

Antes de comenzar la merienda, pasaban a un salón el alcalde, el mayordomo y el sacerdote con el fin de probar el vino y bendecir los alimentos. Cumplidos estos requisitos preliminares, las autoridades se trasladaban a la sala general para recibir a la concurrencia y, a través de una de las ventanas del Ayuntamiento, el cura lanzaba caramelos, cacahuetes y perras chicas a los escolares y a alguna mujer que, no pudiendo resistir la tentación de los dulces, se unía al grupo de la chiquillería, y a quienes la comunidad censuraba su comportamiento tachándolas de muertas de hambre.

Las desviaciones del código ético y de los cánones ideales de conducta establecidos en la aldea eran reprimidas por la fuerza "del qué dirán", y era esa reprobación social lo que impedía que la mayoría de las mujeres se agachasen a coger caramelos. Estos dulces también eran costeados por la totalidad de los cofrades mayores de edad.

Deberíamos cuestionarnos por qué las mujeres eran los únicos miembros de la comunidad aldeana a quienes no se permitía la participación activa en esta ceremonia secular, mientras que, por otro lado, formaban el grupo mayoritario en las de tipo religioso, pero este tema queda fuera del alcance de este trabajo.

Acabada la merienda, los asistentes rezaban por los hermanos fallecidos durante el año y se procedía a la entrega de las insignias a los dos varones que ejercerían su cargo durante el año siguiente. Al mismo tiempo, se anotaba el nombre de todos aquellos vecinos que, por haber cumplido la edad de siete años o por haber fijado su residencia en la aldea procedentes de otras localidades este hecho se daba casi exclusivamente en el caso de los hijos de pastores pasaban a engrosar la lista de los hermanos.

 

 

Recibida la Primera Comunión, se pasaba a ser cofrade.

Foto cedida por Jesús del Amo Ramírez

 

[1] A pesar de lo que se aseguraba en los apartados de la Cofradía de la Veracruz y la del Señor: “Las únicas asociaciones de carácter religioso que han existido en Alcozar durante los últimos siglos han sido las cofradías: Cofradía de la Veracruz y Cofradía del Señor, ambas de ámbito local”, una revisión posterior de los documentos custodiados en el Archivo Histórico Diocesano de El Burgo de Osma, nos ha sacado de ese error. Además de las dos cofradías mencionadas, existieron en Alcozar por lo menos otras dos: la Cofradía del Rosario y la de la Virgen del Vallejo.


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