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SOCIEDAD Y CICLO VITAL EN UNA ALDEA SORIANA: ALCOZAR

por Divina Aparicio de Andrés (1987-1979)

(publicado en Cuadernos de Etnología Soriana, nº 9, Soria, 2002)

 

CAPÍTULOS:

  Sociedad

  Nacimiento

  Embarazo

  Parto

  Supersticiones - "mal de ojo"

  Cuarentena

  Innominados

  "Taleguillos"

  Hijos ilegítimos y naturales

  Bautizo

  "Tumbar a los niños"

  Primera Comunión

  Asociaciones de solteros

  El "zarragón"

  Noviazgo

  Amonestaciones

  La boda

  Ceremonia de la boda

  Los festejos de la boda

  Primer año de matrimonio

  Muerte

  Después de la muerte


BAUTIZO

No existe regla general alguna para designar a los padrinos, pudiendo ser éstos algún familiar o vecino. Sin embargo, con cierta frecuencia, y siempre que los abuelos maternos o paternos continúen vivos, son ellos quienes hacen las veces de padrinos.

En el libro de registro parroquial correspondiente a los bautizos del año 1852 se hace constar: "de bautizar y extender la partida tiene el párroco una gallina". En aquellos tiempos y como consecuencia del inminente peligro existente y las altas tasas de mortalidad infantil, los niños eran bautizados al día siguiente de su nacimiento. No existía todavía la costumbre de nombrar una madrina. Sólo se hace constar el padrino, que generalmente era el abuelo materno o paterno, con predominio del primero.

En el caso de los primogénitos, el nombre lo elegían los padres y los abuelos. Era frecuente el que éstos recibieran el nombre de los abuelos paternos o maternos. Para los hijos sucesivos, solían ser los padrinos o la madre quienes decidían el nombre. Los nombre más usuales durante el siglo XIX fueron:

masculinos

Andrés

Juan

Mateo

Agustín

Pedro

Fernando

Francisco

femeninos

Andrea

Juana

María

Agustina

Gregoria

Catalina

Francisca

A finales de este siglo comienzan a ser registrados nombres femeninos correspondientes a diferentes advocaciones de la Virgen: María del Pilar, María del Carmen, María Purificación y María Asunción.

Como ya hemos indicado que la mortalidad infantil era muy alta, con frecuencia encontrarnos en las actas de bautismo: "bautizado sub conditione" o bien "bautizado urgente necesitate". Por lo general, y en aquellos casos en los que se hallaba presente el médico, era éste quien bautizaba al recién nacido en supuestos de urgencia o peligro de muerte. Si el médico, cosa frecuente, no acudía al parto, era cualquier familiar quien derramaba el agua bautismal. Posteriormente, y siempre que la criatura sobreviviera, el sacerdote debía interesarse por la forma en que se había llevado a cabo este bautizo y, de no encontrarla correcta, se procedía a bautizar al niño o niña en la iglesia de nuevo bajo la fórmula de "sub conditione".

En 1855 encontramos la primera partida de bautismo en la que se hace constar que la madrina fue la abuela paterna. A pesar de este hecho, siguen predominando durante algún tiempo los bautizos únicamente con padrino, sin que haya encontrado otra explicación que la de las posibles modas o costumbres que introducían los sacerdotes en su feligresía. En 1910 había cambiado esta costumbre hacia la designación de madrina en vez de padrino y, a partir de 1920, aparecen ambos en las partidas de bautismo.

 

INNOMINADOS

Son frecuentes las partidas de nacimiento en las que aparece la palabra "innominado" o "innominada" seguida de los apellidos paterno y materno. Todo parece indicar que esta denominación era utilizada en aquellos casos en los que nacían los niños muertos o que morían inmediatamente después de haber nacido, sin que hubieran tenido tiempo los familiares o el médico de derramar el agua bautismal sobre la criatura. También pudo ser una medida impuesta por los sacerdotes a fin de evitar errores, dado que la urgencia propia de ciertos casos llevaba a alguna mujer presente a bautizar a la criatura sin asegurarse previamente del sexo al que pertenecía. Así, se cuenta de una mujer que bautizó a una criatura con el nombre de Andrés, cuando en realidad se trataba de una niña.

 

"TALEGUILLOS"

A mediados del siglo pasado comienzan a ser abundantes los hijos de padres desconocidos, a quienes se imponía un nombre seguido invariablemente del apellido "de San Esteban". Todo hace suponer que este apellido era impuesto en honor al patrón de la aldea que, precisamente, es San Esteban Protomártir.

Aunque en aquellos tiempos la indumentaria femenina hubiera permitido disimular en parte el embarazo, se piensa que estos niños procedían de aldeas vecinas. Eran abandonados a la puerta de la vivienda de algún lugareño. Generalmente se encontraban metidos en un talego de los que se utilizan para llevar la comida al campo, de donde proviene el nombre de "taleguillos".

Estos talegos se colgaban en las herraduras o clavos que había junto a todas las puertas para atar las caballerías. Según se hace constar en las partidas de bautismo, los niños no acostumbraban a tener más de un día, lo que hace pensar que eran hijos de alguna madre soltera de localidades cercanas, que pudiera desplazarse hasta Alcozar en pocas horas y deshacerse del "taleguillo" durante la noche.

Si bien los aldeanos niegan que se obrase de igual forma en Alcozar y no admiten que los niños abandonados fueran hijos de alguna mujer del pueblo, surgen ciertas dudas al respecto. Parece extraño que fuese un fenómeno netamente local atribuible sólo a alguna vecindad en concreto, y no sería demasiado arriesgado el pensar que las madres solteras de Alcozar obraban de igual modo, con la única salvedad de que, como es lógico, depositaban sus "taleguillos" en Velilla, Zayas o Rejas. El mayor número de niños abandonados en estas circunstancias corresponde a la década de 1870.

A veces, era la misma familia a cuya puerta aparecía el "taleguillo" la que se hacía cargo de su cuidado y alimentación, quedando como un miembro más de la casa. En otros casos, y sobre todo cuando los hijos de la familia eran ya numerosos, era el sacerdote quien intentaba buscar algún matrimonio sin hijos o alguna familia que estuviera dispuesta a alimentar a una boca más.

 

HIJOS ILEGÍTIMOS Y NATURALES

El número de hijos tanto ilegítimos como naturales fue siempre relativamente bajo. Cuando una joven quedaba embarazada, sobre todo si esto ocurría una vez que los padres de ésta hubiesen aceptado a su pretendiente, eran ambas familias las que solían ponerse de acuerdo a fin de adelantar la celebración de la boda para que el niño naciese dentro del matrimonio y, sobre todo, "para no dar que hablar a la gente". En caso de quedar embarazada alguna joven sin que un mozo en concreto "entrase por su casa" o mantuviera con ella unas relaciones más o menos formales, no se proyectaba la boda inmediatamente. En estos casos, y siempre que el niño llegase a cumplir un año, era entonces cuando solía ser reconocido por el padre, procediendo a continuación a la celebración del matrimonio. Como quiera que la mortalidad infantil era muy elevada y un alto porcentaje de niños no alcanzaban el año, los mozos no acostumbraban a reconocer a sus hijos hasta que este período hubiera sido superado. En estas comunidades donde los habitantes son escasos, las noticias siempre llegan a cualquier rincón de la aldea. Basándose en comentarios, suposiciones y cotilleos, se acaba por descubrir casi siempre quién puede ser el padre de la criatura, lo que implica que, a pesar de que el hijo no haya sido reconocido legalmente, todos los vecinos saben, con pocas posibilidades de equivocarse, quién es el padre "anónimo". Superado el período de un año al que hemos aludido, si el niño seguía vivo, eran ambas familias quienes ejercían cierta influencia y hacían cierta presión a fin de que los jóvenes se casaran. Los hijos podían ser reconocidos por el padre antes de celebrarse el matrimonio o inmediatamente después.

 

BAUTIZO

 

Como ya se ha indicado, cuando las tasas de mortalidad infantil fueron muy elevadas, el bautizo solía celebrarse al día siguiente del nacimiento.

Con posterioridad y dado que no suele existir la urgencia de antaño para la celebración de la ceremonia, ésta acostumbra a llevarse a cabo en días festivos para dar más solemnidad al acontecimiento. Suele celebrarse al acabar la misa o por la tarde, concluido el rezo del rosario, cuando esta práctica religiosa estaba en vigor. Al bautizo son invitados los familiares más allegados por ambas partes y algunos vecinos, pero, como quiera que la ceremonia se celebra al finalizar la misa o el rosario, a ella acude buena parte del vecindario.

No se invita a comer a los familiares, únicamente se preparan algunos dulces (tortas, magdalenas, galletas, etc.) y unas copas de coñac, anís y, sobre todo, nunca falta el aguardiente. A comer se invita solamente a los padres y los hermanos de los esposos.

La madrina regalaba los "confites" y, si ésta era "rica", el primer trajecito que estrenara el niño o niña con motivo de su "puesta en corto". El padrino cargaba con el coste del tabaco, algún puro y las monedas de céntimo, cinco céntimos y finalmente de peseta que se arrojaban a la chiquillería junto con los confites. El cortejo es seguido por los escolares desde la iglesia hasta la casa del recién nacido. Allí la madrina, desde alguna ventana, se dispone a lanzar al aire los "confites" y las "perras" o pesetas. Los "confites" suelen ser caramelos, bolas de dulce y cacahuetes. Si los chiquillos consideran que la cantidad de dulces y pesetas no es suficiente, tacharán a la madrina de "roñosa" y cantaran:

"A bautizos "cagaus", que a mí no "mi han dau",

si cojo al chiquillo, le tiro a un "tejau".

El recién nacido acostumbra a ir vestido con un faldón blanco que, en caso de que la familia sea pobre, puede pedirse prestado a alguna vecina. Sólo aquellas familias con una economía muy deficitaria —en general los pastores— y un reducido número de aldeanas pedían prestado el trajecito para sus hijos, ya que en estas ocasiones el campesino prefiere gastarse una buena cantidad de dinero aunque lo considere excesivo, antes que recurrir a la ayuda del vecindario. Entre los miembros de una misma familia estaba mucho más generalizado este tipo de préstamos.

La calidad de estos trajes debe estar en consonancia con las posibilidades económicas de la familia y con la habilidad de la madre o de la madrina para hacerlos, ya que, hasta hace escasos años, estas prendas no se adquirían confeccionadas.

foto cedida por Carmen Andrés Hernando (1924)

 

Se envuelve al niño en una toquilla blanca y en algunos casos azul o rosa, dependiendo de sí se trata de varón o una hembra. Entre las familias más pobres, esta prenda puede ser sustituida por alguna toalla o "nana".

En el caso de las niñas los nombres suelen ser compuestos, anteponiendo el nombre de María y seguido éste por el de alguna de las abuelas en múltiples casos.

Actualmente se prefiere recurrir a nombres más sofisticados, para lo que se emplean algunos de los que están de moda dentro del mundillo artístico o televisivo.

Por el contrario, los niños con nombres  compuestos son escasos, soliendo recurrir a éstos únicamente cuando existen divergencias de pareceres y  no se llega a un acuerdo en lo que a elegir el nombre se refiere, o en el supuesto de preferir el nombre de alguno de los abuelos cuando ya lo lleva un primo nacido con anterioridad.

 

"TUMBAR A LOS NIÑOS"

Con motivo de la festividad del Corpus Christi y como quiera que hasta hace tres años fue este día el elegido para celebrar la fiesta mayor de la aldea, todos los niños que habían nacido durante el año (contando a partir de la festividad del Corpus del año anterior) eran colocados bajo una especie de altar que se erigía en la calle a este fin.

El sacerdote bendecía a los nuevos retoños durante la procesión que tenía lugar acabada la misa y cuyo escenario era la calle principal que recorre la aldea de arriba a abajo.

Los agricultores tienen su modo peculiar de medir el tiempo recurriendo a hechos acaecidos o teniendo como referencia alguna fecha clave. Este rito de "tumbar a los niños" fue utilizado con frecuencia como referente para calcular la edad de alguna persona. Así, por ejemplo, se decía "debe tener 12 o 13 años ahora, le tumbaron con el Juan de la Teresa y me parece que éste cumplió los trece en marzo". Es una prueba más de que los campesinos no miden el tiempo a través de los relojes o calendarios y que siempre utilizan como referencia acontecimientos que, dentro de la vida de la aldea, pueden aparecer como "días señalados" o hechos desacostumbrados o, cuando menos, que no se dan con frecuencia.

Esta ceremonia que se está describiendo podría ser interpretada como una especie de "rito de pasaje", correspondiendo al paso de bebé a niño y que en Alcozar se conoce también con el nombre de "poner en corto". "Poner en corto" significaba que, aquellos niños que ya habían cumplido algunos meses, abandonaban las mantillas en las que habían permanecido envueltos durante su más tierna infancia, cambiando su indumentaria anterior por el vestido en caso de las niñas o los pantalones cortos (ranitas) si se trataba de niños.

 

tumbando a los niños (2006)

 

Cada año, y como quiera que ya hemos señalado que para los alcozareños el pueblo se divide en "barrio de arriba" y "barrio de abajo", el altar era construido alternativamente en la Plaza Mayor o en una plazoleta de la calle Real. Las mujeres, animadas por un sentimiento de competitividad, se disponían a primera hora de la mañana a preparar el altarcillo.

A este fin utilizaban sábanas bordadas en blanco o colchas de este mismo color, siendo colocadas en la pared de alguna casa. Se  ponían  a  los lados los "tiestos" (macetas) más floridos de todo el barrio, eligiendo predominantemente geranios blancos para no crear contrastes con el decorado general del altar y con la vestimenta de los niños que también solía ser de este color.

Por último, se ponían algunas almohadas donde pudieran apoyar la cabeza aquellos niños que, debido a su  corta edad, no eran capaces de mantenerse sentados. Llegada la procesión al lugar en que había sido erigido el altar, se detenía la misma y el sacerdote, con la patena en la mano y colocado frente a los niños, procedía a bendecir a los mismos, tras lo cual proseguía la procesión por la calle principal de la aldea. También se aprovechaba esta ocasión para exhibir la habilidad femenina en la confección de los trajecitos o vestidos infantiles y este tema era comentado ampliamente por todas las mujeres, al igual que el aspecto general de altar construido.


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