| EL COLMENAR por Araceli de Blas Madrid (1994)
colmenar en ruinas (2004)
Hacia el año 1944, tenía yo ocho años cuando iba con mi padre y mis tíos a catar, en el mes de enero, en un día soleado y calmoso, a unas colmenas situadas en un páramo que en aquella “décara”[i] estaba lleno de colmenares por criarse allí mucho tomillo, espliego y otras plantas muy olorosas. El recinto del colmenar estaba hecho con cuatro paredes de adobes y no tenía tejado. Para proteger estas paredes de la lluvia y el viento, se ponían unas ramas de barda encima y, para que éstas no se cayeran, se echaba barro y piedras que hacían bastante peso. Estas ramas se cortaban de los árboles llamados enebros, que antes había bastantes por el monte y se olivaban o podaba para sacar estas bardas. La entrada del colmenar era una puerta de tablas muy rudimentaria y hecha a mano. En el interior había cuatro paredes, sin techo, como ya se ha indicado, y en cada pared varios huecos que se llamaban hornos. Estos huecos, que eran como una especie de alacenas rectangulares, cuyas medidas aproximadas eran de 50 cm de ancho x 60 de largo y 35 de fondo, se tapaban con barro, dejando un agujero para que salieran y entraran las abejas.
horno de un colmenar con botija para catar (2007)
Dicho agujero se llamaba “ piquera “. Cada horno llevaba una cruz de madera hecha con dos palos cruzados y en su interior trabajaban la miel las abejas. Cada enjambre o grupo de abejas, con su reina al frente y teniendo que soportar a algún que otro zángano, elegía un horno determinado y formaba los panales de cera en los que iba depositando la miel. Llegado el tiempo adecuado, se iba a catar, se abrían los hornos y se sacaban los panales con una catadera que tenía forma de paleta con el mango de madera. Para que las abejas no dieran tras los que iban a catar y les pusieran perdidos de picotazos (que son muy molestos y dolorosos) se colocaban una especie de caretas que les cubrían la cara y el cuello y que se llamaban carandelas. Estaban hechas con “mosquetera”[ii] fina de alambre y llevaban cosida una tela de retor fuerte o de lona para cubrir el cuello. En un mismo hueco había varios tipos de miel: una miel oscura, otra más clara y otra blanca amarillenta; esta última se llamaba por aquella “décara” miel destilada (o “estilada”) y en la actualidad recibe el nombre de miel virgen. Para que se fueran las abejas de los panales y así poder coger la miel y la cera sin riesgo de recibir algún que otro picotazo, se daba humo con una botija. Para ello se rompía una botija por el culo y se metían ascuas y barda. Para que saldría el humo, se soplaba por la boquilla de la botija y, de esta forma, el enjambre huía despavorido y dejaba que los que iban a catar hicieran su labor tranquilamente y sin tropiezo. [i] En aquella época. [ii] Mosquitera; red metálica denominada mosquitera.
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