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LA FIESTA MAYOR

por Sofía, Atilana y Agustina Aparicio Alonso (1995)

 

 

actuación de los gaiteros "Portón de Castilla" (1995)

 

En Alcozar, en los tiempos de nuestra juventud, se celebraban dos fiestas: la una por el Corpus Christi, antes de empezar la recolección; y la otra por El Pilar, después de haber acabado de eras.

Unos días antes de la fiesta comenzaban ya los preparativos. Se hacía limpieza general en la casa, "jalbegando" las paredes con Blanco España y fregando los suelos con lejía y arena. Se preparaban las tortas, que por destinarse a estas fechas, se llamaban "tortas de la fiesta". Se iba a San Esteban de Gormaz y, si la economía familiar lo permitía, se compraba un retalillo de tela para confeccionar y poder estrenar un vestido o una falda nueva.

Entonces sólo estrenábamos ropa o calzado por las fiestas. Las piezas de nuestra modesta indumentaria pasaban después a usarse los domingos y por último, cuando ya estaban gastadas, pasaban de las hermanas mayores a las más pequeñas, o nos las permitían poner los días de diario.

 

 

carta del responsable de la Orquesta Los Pichilines (1959)

 

Las fiestas comenzaban la víspera. A media tarde llegaban los gaiteros o músicos y enseguida se corría la voz por el pueblo. Los músicos que amenizaron las fiestas de Alcozar durante muchos años fueron "Los Pichilines", una orquesta familiar que venía de Peñafiel y era el orgullo de los alcozareños y la envidia de los habitantes de los pueblos vecinos, tanto que hasta contaban con una coplilla que exaltaba sus virtudes:

El día de la función,

¿quién ha venido a tocar?

Nuestro amigo Pichilín

que cada vez nos gusta más.

Tan complacientes

y tan bien tocan,

que nos alegran

con buenas jotas.

El que más moderno toca

con muchísima ilusión,

y nos dan buenos conciertos

de caja, clarinete y "salsofón".

¡Viva la bulla!

que ésta, sí está bien,

y los gaiteros

de Peñafiel.

Al anochecer, las campanas de la iglesia "voleaban" con alegría. Se decía que tocaban "a mañana fiesta".

Por la noche había baile, al que acudíamos nerviosos y emocionados todos los jóvenes, pero en el que no solía participar la gente mayor, ocupada en ultimar los preparativos de la fiesta.

 

 

programa de fiestas (1942)

 

El primer día de la fiesta era el más importante. Por la mañana los gaiteros daban diana en la puerta de las casas de todas las mozas y en aquellas en las que vivían las autoridades y "los de ayuntamiento".

Se desayunaba torta y después, ya aviadas y con ganas de lucir la ropa nueva, íbamos a misa, que era solemne y cantada. Se salía en procesión desde la iglesia hasta la plaza y, una vez acabada la misa... corriendo a casa para quitarnos la ropa nueva con el fin de que no se nos ensuciara.

La comida, además de otros platos de fiesta, consistía en cordero asado. Venía un asador y el panadero le prestaba el horno para tal menester. Había que llevar los cuartos de cordero por la mañana. Los numeraban y nos daban una chapa para identificarlos cuando íbamos a buscarlos al mediodía.

A media tarde estábamos ya impacientes porque comenzase el baile y mirábamos constantemente al cielo rogando que no lloviese. Se podían comprar algunas almendras garapiñadas, y los mozos nos convidaban a "cacagüeses" y "gasiosa" en casa del tio Miguel.

Por fin comenzaba el esperado baile. En un principio, y mientras duraba la claridad del día, bailábamos chicas con chicas. Mientras, los chicos y mozos jugaban a la pelota o a la tanguilla.

En los descansos de la música, se jugaba al corro sin cesar. Y, cuando comenzaba a anochecer, los chicos y mozos se decidían a bailar. Llegaban en pareja, se acercaban a dos de las jóvenes que estaban bailando y, si no recibían calabazas, se agarraban cada uno a una de las chicas y... ¡a bailar se ha dicho!

Estaba mal visto que una chica bailase con el mismo chico varios bailes seguidos, así que se imponía el cambio de pareja constante. Sólo los que ya eran novios podían bailar todas las piezas juntos y aprovechaban algún rincón donde no llegara la luz de las bombillas para hacerse algún que otro arrumaco.

Por la noche, después de la cena, se subía a la plaza a la velada. Y se volvía a bailar sin parar hasta que los músicos tocaban la pieza de despedida.

El segundo día de la fiesta era parecido al primero. Sólo variaba en que había que ir a misa más pronto, y ésta era de difuntos. Había baile al mediodía, hasta la hora de comer. Ya no se comía cordero asado, a no ser que, cosa rara, hubiera sobrado del día anterior. Y al final de la velada, se apuraban todos los bailes, pues serían los últimos con música de orquesta que se podrían disfrutar hasta las próximas fiestas.


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