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JUEVES SANTO

por Vane SH y M. Cruz Hernando Lamata (1994)

 

pidiendo para El Santísimo (2004)

 

Las fiestas propias de la Semana Santa comenzaban en Alcozar a mediodía del Jueves Santo.

Los agricultores trabajaban durante la mañana y, si no habían hecho todavía la limonada, aprovechaban un rato para este menester.

La limonada era -y todavía lo es- la bebida típica de la Semana Santa. Para su elaboración se vierte vino en una tarriza o recipiente de barro y se añade cierta cantidad de azúcar, limones cortados a trozos y canela. La canela se pone en un trozo de tela blanca y se ata haciendo una especie de pelota, dejando ésta introducida en el líquido hasta que toma el sabor suficiente. Se ha de dejar reposar unas horas -o incluso un día entero- para que la bebida esté en su punto.

Durante la mañana de Jueves Santo el cura párroco, ayudado por algunas mujeres y por los monaguillos, procedía a cubrir los altares con tela de color morado. Esto se hacía en señal de duelo por la muerte de Cristo. También preparaban lo que se denominaba "monumento", que se colocaba en el altar de la Virgen del Rosario, y que era donde durante la Semana Santa se rezaba y se velaba a Jesucristo.

La comida de Jueves Santo solía consistir en un primer plato de macarrones o sopa de arroz, y un segundo que podía ser o bien huevos duros o bien bacalao con tomate.

Después de la comida la población se ponía sus trajes de domingo y se preparaba para ir a la iglesia a los oficios.

A primera hora de la tarde "las del Santísimo" iban de casa en casa entonando canciones alusivas al Jueves Santo. Esta tarea estaba encomendada a las chicas más mayores de entre las que acudían a la escuela, y salían a cantar y pedir para el Santísimo durante todos los domingos y fiestas de la Cuaresma. La tonada del día de Jueves Santo comenzaba como sigue:

Jueves Santo, Jueves Santo,

tres días antes de Pascua,

cuando el Señor de los cielos

a sus discípulos llama...

y en cada casa solían entregar un huevo o alguna perra gorda.

Hacia las cuatro de la tarde los niños en edad escolar -sólo los niños, pues las niñas nunca tomaron parte en esta actividad- recorrían las calles de Alcozar avisando por medio de carracas, carracones, matracas y matracones que se había de acudir a la iglesia.

Los mencionados artefactos de madera se empleaban durante toda la Semana Santa en sustitución de las campanas, ya que éstas no se podían tocar, en señal de duelo, hasta el Domingo de Resurrección.

Los escolares, en el día de Jueves Santo, comenzaban a tocar las carracas hacia las cuatro de la tarde. Se reunían en la puerta de la iglesia y desde allí partían en grupo haciendo un ruido ensordecedor con aquellos artilugios. Cada tramo de calle hacían un parada, cesaban de tocar y anunciaban a voz en grito y a coro: "Al lavatorio...", volviendo a hacer sonar los instrumentos de madera hasta la próxima parada. Cuando habían dado la vuelta a todo el pueblo, se dirigían a la iglesia y comenzaba el anunciado Lavatorio.

 

limonada (2004)

 

Para la ceremonia del Lavatorio se colocaban doce escolares de los más jóvenes -y siempre varones- en un banco que se disponía al lado del altar de San Isidro. Estos chicos representaban a los doce apóstoles y el sacerdote se dirigía hacia ellos con una palangana de porcelana blanca decorada con una raya azul y con una toalla también blanca y les lavaba un pie, besándoselo después y entregando una moneda de realillo a cada uno de ellos. Mientras duraba el lavatorio, las chicas del Santísimo y las demás mujeres de la aldea iban cantando estrofas que se referían a cada uno de los apóstoles. Así, por ejemplo, una de las que se entonaban es la siguiente:

Llegado Cristo ante Judas,

se arrodilla ante el traidor;

un beso posó en sus plantas

lleno de gloria y amor...

Acabada esta ceremonia los hombres y los mozos solían subir a las bodegas a tomar limonada, y las mujeres permanecían en la iglesia rezando hasta el anochecer.

También eran típicas de este día las hojuelas, que era un dulce frito que se recubría con miel.


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