| ALGUNAS COSTUMBRES DE HACE 60 AÑOS (2010) por Mariano Puentedura Morales y Marivalle Puentedura Pastor
Mariano contando sus historias a hijos y nietos (2009)
Marivalle: Con una existencia documentada de unos 550 habitantes en el pueblo, la mayoría de ellos vivían directa o indirectamente del campo y de la ganadería, y aunque el número de rebaños era mayor que los que hay actualmente, en cabezas de ganado era menor que las ovejas que pastan ahora en tierras alcozareñas. Nos centramos en algunas costumbres que oigo contar a mi padre y que ya no tienen cabida en la sociedad en la que vivimos, pero que me gustaría que no cayeran en el olvido, pues forman parte de nuestros orígenes y de nuestra historia. Posiblemente nos dejaremos alguna en el tintero. Mi padre es el habla y no acaba nunca de contar, y yo me limito a hacer algunos retoques, pero insisto en que el autor es él, puesto que conoce estas costumbres de primera mano. Aunque la extensión de terreno era la misma hace 60 años, la distribución y el tamaño de las parcelas era diferente, pues de otra forma, al no estar mecanizados los trabajos agrícolas en aquellos tiempos, no se hubiera podido completar con éxito el ciclo agrícola. Y conste por escrito el esfuerzo físico que realizaban tanto hombres como mujeres, pues todos debían arrimar el hombro si querían comer y sacar la prole adelante; el trabajo era devastador y en muchas ocasiones y familias duraba de sol a sol.
Mariano: Los trabajos del campo se hacían ayudados por machos o mulos. La mayoría de las familias tenía su yunta o pareja de machos, habiendo algunos, aunque eran los menos, que sólo tenían un macho que tenían que coyuntar con otro, normalmente con el de un familiar. Sobre estos animales se tenía una concordia a la que pertenecían todos los propietarios y se nombraba a cuatro vecinos que se ocupaban de tasar los animales que iban al trabajo dándoles un valor. El fin de esta concordia era que, si había alguna baja, entre todos los socios se abonaba al dueño el valor que los tasadores habían dado a aquel animal.
Marivalle: Esto es un hecho claro de la unión y propósito de ayuda que mantenían los vecinos de Alcozar. Puesto que había caballerías, la figura del herrero era muy importante en el pueblo. A éste se le pagaba con trigo (iguala), a razón del terreno que cada uno poseía, por sacar las bocas a las rejas de los arados que cada uno tenía y herrar los machos.
Mariano: En algunas ocasiones nos juntábamos de diez a quince personas de madrugada en la fragua, y en el tiempo de la bina la hora podía ser perfectamente las cuatro de la mañana.
Marivalle: También existía en el pueblo un adra para recoger a todos los ambulantes que venían a vender.
Mariano: Recuerdo que venían a vender pimentón dos hermanos, el Tio Flores y el Tio Rumiador que, aún siendo hermanos, no se trataban. Supongo que era porque los dos vendían lo mismo.
Marivalle: Yo siempre que oigo a mi padre hablar del Tio tal o la Tia cual me pregunto el porqué de esos motes, y en este caso en concreto del Tio rumiador; mi padre cuenta que le llamaban así porque rumiaba de verdad.
Mariano: También venía al pueblo el quincallero de Osma, al que le sabía muy mal que le llamaran así. Asimismo había también adra para la Guardia Civil y un pobrero que daba alojamiento a todos los pobres que venían a pedir y, si se les hacía tarde y les pillaba la noche en Alcozar, este señor los recogía.
Marivalle: La figura del pobrero la personificaba el Tio Moreno, por seguir con los motes que tan acostumbrados estamos a oír a nuestros mayores. Cuenta mi padre que hasta su propia esposa le llamaba Moreno aunque su verdadero nombre era Esteban. Y no es el único caso en que el mote es más conocido que el propio nombre; véase el ejemplo de El Guerra, del que muy pocas personas de mi edad o incluso mayores saben que su nombre era Eustorgio. Estas adras que regían la sociedad alcozareña, que disponía de poco pero ofrecía lo que tenía a pobres y ambulantes, bien nos harían falta en estos tiempos en los que la crisis económica hace más pobres a los pobres. Me enorgullecen los valores que reinaban en aquellos tiempos de los cuales, bien pensando, tampoco han pasado tantos años. De igual manera, al sacristán también se le pagaba con trigo.
Mariano: Y bien ganado que se lo tenía, porque subía a la ermita al toque de alba, al toque de misa, al toque de mediodía y al toque del rosario, más algún extra, como el toque para ir a ver las viñas.
Castillo e iglesia reflejados en un charco (2009)
Marivalle: Esto último era muy sagrado. Yo he oído comentar a mis padres que antes no podías entrar en las viñas cuando quisieras aunque fueran tuyas, sino que tenía que ser todos a la vez. De hecho aún hoy en día, y hablo por mi propia experiencia, cuando vamos a vendimiar, mi padre siempre me dice, bueno, me exige, que no pise por el majuelo de otro para pasar a uno nuestro, para evitar que puedan decir que se les ha robado uva, entiendo yo.
Mariano: También venían al pueblo otros, que no se les daba posada porque tenían amistades y ellos se apañaban. Me parece que se les llamaba Los Serranos y traían unas carretas cargadas de madera arrastradas por vacas.
Marivalle: Hoy en día todos conocemos los huertos, y el que más o el que menos sabe dónde tiene uno o cuál era el de sus padres, abuelos o vecinos, pero… ¿en cuántos se cultivaba la hortaliza y la fruta para el consumo familiar entonces?
Mariano: Igual digo pocos, pero lo menos había 150 huertos, todos en activo, cada uno con su pozo y con agua suficiente para regar los pepinos y tomates que se cultivaban para el consumo propio. Una cosa curiosa era que siempre se iba a comprar los tomates el día de San Antonio, el 13 de junio, que era la feria en San Esteban. Se hacía en estas fechas por salvar el hielo y que las plantas pudieran crecer sin que se las llevase por delante alguna helada tardía.
Marivalle: Pero sigamos con las personas que venían por el pueblo.
Mariano: Además de todos estos personajes que ya he dicho, venían por el pueblo cacharreros de Tajueco, afiladores, esquiladores de Langa, gente que hacía fideos y para comprarlos había que guardar riguroso turno; y el Tio Isidoro y el Tio Fausto, que eran dos hermanos de un pueblo de Burgos, Muñecas, que venían a vender cerdos pequeños y los traían metidos en unos alforjones.
Marivalle: Seguro que el adra se empleaba en más ocasiones.
Mariano: Ya lo creo, había adra para todo, hasta para llevar las insignias de la iglesia.
Marivalle: Aunque la gente mayor sí que lo sabe, lo dejamos por escrito para los demás. En el pueblo existían dos cofradías de las que hoy en día sólo queda una, la de la Vera Cruz, porque las tradiciones religiosas son difíciles de mantener. Caso excepcional sería la Cofradía de la Virgen del Rivero, de San Esteban de Gormaz, que es la más antigua de la comarca.
Mariano: Pues sí, existieron dos cofradías: la de la Vera Cruz y la otra que se quitó, la del Señor, a la que no pertenecía todo el pueblo. Su celebración era el día del Corpus Christi, y era una de las fiestas más alegres. Ya en la víspera teníamos música. Normalmente venían a tocar Los Pichilines, que eran unos gaiteros de Peñafiel. Por entonces disfrutábamos de tres días de fiesta. Su estancia en el pueblo corría a cuenta de las personas que formaban el ayuntamiento y se los repartían para acogerlos en sus casas. La cofradía tenía un alguacil, que el tercer domingo de cada mes tocaba la tambora por lo más alto de las bodegas, bueno lo hacía la noche del sábado a dicho domingo. Ese domingo también se tocaba en la misa al alzar a ver a Dios. Yo recuerdo que el último que tocó la tambora fue Mariano Morales, apodado el Tio Reino. Éstas y otras son cosas y costumbres que, habiendo conocido lo bien que funcionaban, las recuerdo en el 2010 a mis 73 años y tengo remordimientos por no haberlas podido conservar “.
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