MEDIO FÍSICO

PUEBLO-VIVIENDA

CAMINOS Y RUTAS

CICLO VITAL

AGRICULTURA

PLANTAS

GANADERÍA

ANIMALES

EVENTOS AÑO

GASTRONOMÍA

COSTUMBRES

CREENCIAS

RELIGIOSIDAD

ASOCIACIONES

OFICIOS

TRABAJOS VARIOS

FIESTAS

JUEGOS-JUGUET.

CANCIONERO

TEMAS VARIOS

COLABORADORES

ANTEPASADOS

 

PÁG. PRINCIPAL

PORTAL ALCOZAR

 

INDUMENTARIA MASCULINA y COMPLEMENTOS

 

Traje "bueno", 1916

 

La indumentaria masculina que intentaremos describir a continuación corresponde a la época que va de 1920 a 1950, aunque algunas prendas se mantuvieron, sobre todo entre las personas mayores, hasta aproximadamente 1970.

Se dividía en ropa de diario y de domingo, con algunas piezas que se reservaban para ceremonias, fiestas y ocasiones especiales y que recibían el nombre de "traje bueno". No todos los hombres disponían de estas últimas. El traje "bueno" a menudo era el que se estrenaba para la boda, duraba toda la vida, y se utilizaba finalmente como mortaja.

 

LAS ALBARCAS: Que así se denominaban en Alcozar, era el calzado masculino por excelencia. En sus orígenes de cuero crudo y más tarde de goma procedente de neumáticos reciclados, cubrían solamente la planta del pie y se sujetaban mediante correas al empeine y al tobillo. Su extremo delantero se doblaba hacia arriba, quedando hueco para introducir los dedos, y recibía el nombre de capillo.

En un principio se compraba únicamente la suela y el capillo se hacía con pieles curtidas en casa e impermeabilizadas con grasa de cerdo o sebo, que podían ser de cabra, de oveja o de conejo, y se cosían con hilo de bramante. Se ataban con tiras de badana o con cuerdas de cáñamo que se cruzaban a lo largo de la pantorrilla al estilo de las sandalias romanas y se conocían como calzaderas.

Las albarquillas eran unas albarcas más ligeras que calzaban tanto los hombres como las mujeres.

 

Detalle de fotografía de la siega, año 1963

 

 

LA ANGUARIANA: Era una prenda de características similares al capote en lo que se refiere tanto a forma como a tipo de tejido y al que, en Alcozar, sustituyó paulatinamente. Las dos diferencias fundamentales consistían en que la anguarina iba abierta en la parte delantera, y que llevaba las mangas cerradas.

 

 

LA BOINA O GORRA, LA CACHUCHA O VISIERA Y EL SOMBRERO: La boina o gorra fue de lejos la prenda predominante en los años que nos ocupan. Los hombres sólo se despojaban de ella al acostarse y en señal de respeto ante alguna autoridad y, por ejemplo, cuando acudían a misa los domingos. Se la quitaban al entrar en el templo y se la metían en el bolsillo de la chaqueta, volviéndosela a encasquetar de nuevo en los portajones de la iglesia una vez acabada la ceremonia. Giraban la cabeza hacia atrás y saludaban con un buenos días al hombre que iba detrás. Hay que señalar que las mujeres salían por otra puerta.

La gorra servía para todo, valía igual para un roto que para un descosido. Así, por ejemplo, con la gorra de cualquier edil, se improvisaba una urna de votaciones. Que tenían que elegir presidente o tesorero de la Comunidad de Regantes del Canal, pues nada más sencillo que escribir en un papel el nombre de los candidatos, doblarlo y echarlo a la gorra, extraer una de las papeletas y asunto concluido.

Recibía el nombre de cachucha o visiera (visera) cualquier gorra que llevase ala delantera para resguardar el rostro. También llevaban gorras de piel de conejo o de gato durante el invierno. Eran una especie de monteras con orejeras que podían levantarse para cubrir únicamente la cabeza.

El sombrero siempre era de paja. Se utilizaba durante el verano y a veces, para evitar el roce del borde en la cabeza, se colocaba sobre la boina o sobre el moquero como se indica en el apartado dedicado a esa prenda.

 

 

OTRO TIPO DE CALZADO: Además de las albarcas, los hombres calzaban sandalias y especialmente alpargatas con suela de goma o de cáñamo, que podían ser blancas o negras y que se ataban al tobillo mediante hiladillos. A veces la suela era de pita, pero en este caso duraban menos.

Cuando las alpargatas eran viejas e inservibles, se vendían al trapero o al cacharrero (Tio Loco se llamaba el que iba por Alcozar) que entregaba unas cuantas perras a cambio con las que los chicos se compraban un chiflo o algo similar y las mujeres algún puchero nuevo.

Los zapatos masculinos eran de goma y siempre negros. Los del cuero o piel curtida no comenzaron a generalizarse hasta 1940, y se reservaban para los días de fiesta. De hecho, según muestran las fotografías siguientes, se continuaron calzando alpargatas blancas incluso con corbata.

Contaba el Antonino, el Panadero, que en una ocasión estrenó unos zapatos y, por falta de costumbre, no quitó la horma de cartón que en aquel entonces llevaban por dentro. Era el día de la fiesta y ya durante la misa se le hacía insoportable la presión en los pies. En la procesión, maldecía por lo bajo a aquella mujer que le había comprado el calzado de un número menos, cuando se acercó su mujer al ver que cojeaba. Ambos se retiraron a un lado, se quitó uno de los zapatos y descubrieron que la culpable de su martirio no era la Carmen, sino aquellos cartones del demonio.

Otro caso similar fue el de aquel mozalbete que con sus primeros ahorros se mercó unas alpargatas blancas en Langa de Duero, y, en llegando a casa, no se quería bajar de la burra para que no se le manchasen.

 

 

LA CAPA: Formaba parte de la indumentaria de domingo, ya que no era apta para los trabajos y tareas habituales del campo. Generalmente era de paño fuerte de color pardo. Estaba hecha de una sola pieza, con otra capa más corta (esclavina) que caía sobre los hombros y que recibía el nombre de capelina.

Estos paños se tejían en los telares del propio pueblo. En Alcozar existió uno en la calle Picollera, en la casa que hoy es propiedad de Ángel Monge, y, cuando acabó su actividad, se llevaba la lana a los de Zayas de Torre o Langa de Duero.

Sólo se abrochaba en el cuello y podía cruzarse la parte derecha sobre el hombro izquierdo para quedar cerrada. También había algunas capas, las menos, de paño fino de color negro y bordeadas de pasamanería, que eran privilegio de los hombres de familias pudientes, se adquirían en los comercios de ropa y en más de una ocasión formaron parte del atuendo de la boda.

 

 

capa de sayal y tapabocas de la segunda mitad siglo XIX (foto abril 2017)

 

EL CAPOTE: Fue en tiempos pasados el atavío masculino de abrigo más habitual. Se usaba como ropa invernal de diario y para trabajar en el campo. Era una prenda de lana de color pardo oscuro, con una simple abertura como escote que permitía sacar la cabeza. Por detrás llevaba una amplia capucha que podía echarse por encima del pasamontañas en los días más fríos. En lugar de mangas cerradas, dos piezas rectangulares colgaban de los hombros, facilitando el movimiento de los brazos sin que estos quedasen desprotegidos del frío o de la lluvia; incluso podían tirarse sobre la espalda cuando molestaban al realizar alguna tarea.

En sus primeros tiempos se confeccionaba con lana de las ovejas propias que hilaban las mujeres para conseguir hebras bastante finas. Se teñía con corteza o raíz de nogal, con lo que se conseguía el color pardo característico de la zona. Se tejía en los telares que había en todo los pueblos, tras lo cual se llevaba a los batanes a desengrasar y encurtir, procesos que daban al paño una mayor resistencia e impermeabilidad.

 

 

Esta prenda se citaba en una estrofa que cantaban los mozos, acompañados del zarragón, durante las rondas de Navidad. Iba dirigida a los solteros de cierta edad o mozos viejos.

Levántate, pollo güero,

que duermes en la cocina,

te se ha quemado el capote

y hueles a socarrina.

 

EL CINTO: Que así se decía en Alcozar para referirse al cinturón, comenzó a ser un complemento habitual de la indumentaria masculina cuando dejaron de usarse las fajas enrolladas, que cumplieron con anterioridad esa misma función.

Los pantalones también podían sujetarse con una simple cuerda de esparto atada con nudo o lazada.

Como los pantalones sobrepasaban con creces la cintura del hombre y, además, no era habitual que llevasen trabillas, se los apretaban al cuerpo sólo por medio de la hebilla (en Alcozar se decía herbilla) del cinto.

En épocas en las que imperó el lema de la letra con sangre entra, los chicos no tuvieron otra alternativa que la huida rápida y salir a escape cuando el padre amenazaba con sacarse en cinto.

 

 

LA FAJA: Era una pieza rectangular de lienzo o de cáñamo, y posteriormente de algodón, de color blanco crudo, azul oscuro o negro, que solía ir rematada con flecos. Se enrollaba en la cintura dando varias vueltas, y cumplía la doble función de proteger del frío los riñones y el vientre y la de hacer de cinturón para sujetar los pantalones. Hasta aproximadamente 1935 las fajas de los jóvenes eran rojas o de otros colores llamativos.

 

Detalle de fajas

 

LA LÁSTICA: Cuyo verdadero nombre suponemos que era elástica, fue una chaqueta larga que usaban los hombres para trabajar en el campo en el tiempo frío y que les cubría todo el tronco. Parece que sustituyó a las antiguas chamarras. Las confeccionaban las mujeres con lana de oveja que ellas mismas hilaban y tejían a punto de media, aunque, según aparece en los inventarios que transcribimos al final de la página, algunas eran de algodón. Lo más común es que fueran del color natural de la lana blanca, aunque también podía reservarse algún vellón de las ovejas negras o incluso teñirlas con unos tintes que llevaban a vender al pueblo y que eran unos palos a modo de la canela en rama. Iba abotonada en la parte delantera.

Recuerda Sixto Aparicio que cuando era niño, hacia 1931, ya sólo la usaban los hombres muy mayores, que la siguieron llevando hasta los años de la Guerra Civil, y que eran tan grandes que su madre le hizo un jersey con la manga de una lástica de su abuelo Valerio.

 

LAS MANTAS: Existían varios tipos de manta. La primera era como un tapabocas ancho, de lana tejida a cuadros, que se colocaba sobre los hombros a modo de echarpe. Era una prenda de abrigo usada cuando no era necesario utilizar los brazos para el trabajo, por ejemplo, para ir en el carro o encima de alguna caballería. Hay una imagen de esta manta en el apartado del tapabocas.

La segunda, denominada manta de campo, era de lana gruesa, abatanada, rectangular, de grandes dimensiones y con dibujos a cuadros. Se llevaba doblada en el carro o sobre el lomo de las caballerías siempre que el tiempo amenazase lluvia. Era una pieza muy resistente y casi impermeable. Si llovía, podía tapar tanto al campesino, que se la colocaba sobre los hombros o sobre la cabeza, como a su montura.

 

Manta de campo en el Museo Textil de Alcozar y extendiendo una manta para merendar en el campo (representación teatral)

 

Otra manta de campo, también de lana pero más liviana de peso, era la usada por los pastores, que tenían que cargar con ella todo el día, y por los labradores para abrigarse cuando iban de camino y no necesitaban los brazos para trabajar. Podía usarse también como mantel, poniendo encima las viandas cuando se iba a trabajar “para todo el día”, especialmente durante la siega. En el caso de los pastores, además llevaba codujón. El codujón se hacía cosiendo una de las esquinas de la manta y formando una especie de bolsillo que servía de contrapeso para que no la volase el viento, a veces metían una piedra con tal fin.

 

Pastor con manta. En la foto de la izquierda se puede apreciar el codujón (2004)

 

EL MOQUERO: Que así se denominaba el pañuelo en Alcozar, cumplía varias funciones. En primer lugar, y como su nombre indica, se utilizaba para limpiarse los mocos.

Pero tan importante como esta función era la de enjugar el sudor de la frente y cuello cuando apretaba el calor, secarse las manos si por alguna razón se mojaban en el invierno (si era verano, ellas solas se secaban con el sol o con el aire) y la de servir como gorra o sombrero improvisado. En este último caso, se ataban las cuatro esquinas del moquero, de forma que el pañuelo quedaba como una especie de casquete, tal y como muestra la fotografía. Se podía usar como simple boina para protegerse del sol o para enjugar el sudor colocándolo bajo la boina o el sombrero.

Los hombres lo llevaban colgando de la faja cuando estas iban enrolladas con varias vueltas, o lo guardaban “arreguñado” (engurruñado) en el espacio que quedaba hueco entre el borde superior del pantalón y en cinto.

 

Detalle de moqueros

 

LA MUDA: La muda era el nombre que recibía la ropa interior. Generalmente se cambiaba una vez a la semana, y eran las madres o las esposas las encargadas de “sacar la muda” para que se “mudasen” los hombres.

Se componía de: camiseta, calzoncillos y faja, y los modelos se mantuvieron invariables durante siglos.

La camiseta más usada en los tiempos que nos ocupan era de algodón crudo y acanalado, con una abertura en el lado derecho del cuello que se abotonaba para cerrarla.

 

 

Los calzoncillos podían ser de lienzo de lino o de algodón y de colores oscuros rayados, pero lo habitual en estas fechas era que se confeccionasen con retor moreno. Tenían una simple abertura como bragueta, se abrochaban en la cintura con uno o más botones y se ataban en la pantorrilla o en el tobillo por medio de cintas. Es una prenda que no siempre se usó y de la cual se cuenta más de una anécdota. Por ejemplo, la de aquel chaval que usaba calzoncillos por primera vez, le dio un apretón y, al agacharse para hacer de vientre, se olvidó que los llevaba, por lo que sólo se bajó los pantalones y el mojón no cayó al suelo.

Cuando los hombres dejaron de usar calzoncillos atados con hiladillos y pasaron a los afelpados y con puño en el tobillo, la Lorenza, como hacía cada domingo, puso sobre la cama la ropa del Santorras para que se mudara. Pero no recordó advertir a su marido de que le había comprado calzoncillos “modernos”. El buen hombre creyó que se trataba de la camiseta, metió los brazos por lo que en realidad eran las perneras y de esta guisa y harto de trastear sin encontrar solución a aquel problema, salió vociferando y jurando, como acostumbraba, y ciscándose en lo más barrido y en aquella supuesta camiseta de la que no conseguía liberarse.

La faja podía ser una tira larga de lienzo de lino crudo, pero predominaban las de algodón de varias vueltas, en color natural, azul oscuro o negro, con un remate de flecos en ambos extremos. Como se ha indicado anteriormente, hasta aproximadamente 1935 las fajas de los jóvenes eran de colores llamativos.

 

 

EL PANTALÓN DE SAYAL: Según recuerda Sixto Aparicio, antes de confeccionar los pantalones con pana, los hombres los usaban de sayal, que era una especie de paño fuerte similar al de los capotes. Hilaban la lana las mujeres y la llevaban a tejer a los telares. Eran más estrechos de pernera, llevaban botones en la bragueta y se abrochaban con corchetes en la cintura. Él recuerda habérselos visto al Tio Julieta y a algún otro hombre mayor hacia 1930. Eran de color pardusco, seguramente porque se teñía el género con cáscara de nuez.

Cuenta también que de niño fueron su hermano Andrés y él a coger nueces con la Consolación, que era un poco más mayor que ellos. Al día siguiente, cuando llegaron a la escuela con las manos negras, el maestro les echó una buena reprimenda por no haberse lavado. Por más que los niños porfiaban una y otra vez que la supuesta suciedad no era tal, sino que provenía de la cáscara de las nueces y que no había forma de que desapareciera ni con jabón ni con lejía, no se libraron del consabido castigo.

 

EL PASAMONTAÑAS: Era una pieza de lana tejida, generalmente de color gris, que cubría la cabeza y el cuello. La parte inferior podía subirse para tapar la boca y la nariz, y se completaba con una pequeña visera.

 

Detrás: hombre con capote y pasamontañas debajo de la capucha (año 1962)

 

LA PELLIZA: Formaba parte de la indumentaria masculina de abrigo propia de los domingos cuando era nueva, y pasaba a vestirse los días de diario tras haberse deteriorado por el uso.

Era una especie de chaquetón confeccionado en paño grueso de color oscuro, con predominio del negro y el azul marino. Solía ir cerrada con doble botonadura. Sus amplias solapas de piel se levantaban para proteger el pecho y el cuello del frío. Aunque no era lo más habitual, podía llevar un cinturón que, al menos en Alcozar, pocas veces se abrochaba, quedando o bien colgando por los lados o metidos sus extremos en los bolsillos.

En los bolsillos exteriores, además de meter las manos, se llevaba el moquero y unas cuantas perras (gordas o chicas) para echar a la bandeja si se iba a misa, o para jugar alguna partida al subastao. En los interiores, que llevaba por dentro a la altura del pecho, los hombres guardaban los billetes cuando iban al mercado de San Esteban de Gormaz a comprar cerdos o herramientas agrícolas o si se proponían adquirir algún macho u otra caballería en las ferias de ganado de la comarca.

 

A la izquierda, fotografía de hacia 1961. Imagen central y de la derecha tomadas de Internet

 

Después de las pellizas, llegaron los abrigos y las gabardinas, pero de esas prendas sólo vamos a recordar alguna anécdota.

Cuentan que la tia (sin acento, que así se llamaba en Alcozar a las mujeres de cierta edad), pues bien, la tia María tenía un hermano, el Bienvenido, que había emigrado, como muchos otros, a Madrid en busca de trabajo. El dicho Bienvenido, por lo visto, se había comprado un abrigo y, cuando estuvo desgastado por el uso, lo dejó en Alcozar.

Llegaron las Navidades, que por aquellos entonces eran frías por demás, y la Misa de Gallo, a la que se presentó nuestra buena mujer con el gambeto de su hermano. Las chicatas y mozas que cantaban villancicos pronto se percataron de su chocante atuendo y, ni cortas ni perezosas, cambiaron la letra de una de las estrofas por:

Suenen las panderetas,

ruido y más ruido;

salga la tia María

con el abrigo

del tio Bienvenido.

 

PIALES, CALCETINES, PELLEJOS Y POLAINAS: Los piales, llamados peales en otros lugares, eran similares a los calcetines y la prenda de abrigo más usada para los pies. Los tejían las mujeres con lana de oveja que ellas mismas cardaban, hilaban y torcían, a punto de media y con cinco agujas. Habitualmente eran de color blanco crudo, ya que no se sometía la lana a proceso alguno de blanqueado, aunque también se podía guardar un vellón negro al esquilar y hacerlos de este color.

Eran gruesos y resistentes y se zurcían una y otra vez cuando se hacía un tomate en el talón (carcañal se decía en Alcozar) o bien se echaba soleta si lo roto o desgastado era la parte que correspondía a la planta del pie.

Había piales de lona, pero estos se compraban. Se usaban en el verano, a veces sobre otros calcetines de algodón, para evitar que las raspas de las espigas o los abriojos (abrojos) se clavasen en los pies. Y en el invierno, en los que por aquellos entonces no cesaba de nevar, los hombres se ponían pellejos de conejo o de gato, que se impermeabilizaban con grasa de cerdo o sebo de oveja, para no calarse los pies.

También se utilizaban calcetines de grueso algodón acanalado similares a los actuales. En este caso solían ser de color blanco, negro o azul marino.

Aunque apenas se usaban en los años a los que nos estamos refiriendo, en tiempos anteriores se utilizaron polainas de cuero para cubrir la pierna desde la rodilla hasta el empeine del pie. Se sujetaban por medio de correas y hebillas.

 

 

EL TABARDO: Fue sustituyendo paulatinamente a la pelliza a partir de aproximadamente 1940. Era una especie de chaquetón tres cuartas más largo que la pelliza y confeccionado la mayoría de las veces en tonos grises, marrones o verdosos tejidos en espiguilla. Generalmente no llevaba piel en las solapas y se abrochaba con doble botonadura y cinturón.

Habitualmente tenía cuatro bolsillos exteriores, dos a la altura de la cadera y otros dos en el pecho. Estos últimos servían para meter las manos y mantenerlas calientes, porque los guantes no formaban parte de la indumentaria masculina.

 

 

TAPABOCAS, BUFANDA Y CHALINA: El tapabocas era una bufanda ancha, generalmente de lana de color negro, que se doblaba en vertical. Se enrollaba en el cuello y podía subirse, como su nombre indica, para tapar la boca. Si el frío era intenso, también se colocaba sobre la cabeza, cruzado bajo la barbilla y con los extremos hacía la espalda o el pecho. Si el tiempo era más bonancible, podía llevarse colgando sobre los hombros. Había algún tapabocas, los menos, de lana peinada y con diseño jaspeado en combinación de varios colores y otros bastante más grandes que se colocaban a modo de capa.

La bufanda, de menores dimensiones que el tapabocas y colores más claros (tonos de gris u ocre) solía denominarse chalina y era más apropiada para el tiempo primaveral que, dicho sea de paso, en Alcozar seguía siendo frío.

 

 

tapabocas grande de la segunda mitad del siglo XIX (foto abril 2017)

 

EL TRAJE DE PANA: El traje de pana, de tejido de canutillo ancho, era la indumentaria masculina cotidiana de estos años. Constaba de chaqueta, pantalón con o sin vuelta en los bajos y chaleco abotonado, y se completaba con camisa blanca de algodón o retor moreno de cuello de tirilla. Cuando las camisas eran de lienzo de lino, se sometían a un proceso natural de blanqueado que consistía en extenderlas al sol y al sereno manteniéndolas húmeda el mayor tiempo posible.

El chaleco no se estropeaba y podía durar toda la vida, el resto de las prendas pasaban a formar parte de la vestimenta de diario cuando se deterioraban por el uso. Se cosían remiendos en los codos, se apedazaban con rodilleras o culeras una y otra vez y seguían vistiéndose para las faenas del campo. Como dice la canción popular:

Tengo las albarcas rotas

y el pantalón sin culera,

y el bolsillo sin un duro

¡vaya invierno que me espera!

Cuando una persona comía en demasía, se decía: es preferible comprarte un traje que darte de comer.

A partir de 1940 los jóvenes dejaron de usar estas piezas de pana tan recia, al menos en el traje de los domingos.

Como hemos comentado, los pantalones, una vez desgastados por el uso, pasaban a formar parte de la indumentaria de diario. Recuerda Mari Cruz que su padre, que fue pastor y se pasaba todo el día de Dios triscando por montes y veredas con las ovejas, además de los calzoncillos atados al tobillo, se ponía dos pares de pantalones en el invierno: unos de algodón azul debajo y otros de pana por fuera.

 

 

LOS ZAGONES: Zagones es el nombre que recibían en Alcozar los zahones. Los había de cuero o badana y de lona. Los primeros cayeron antes en desuso y los utilizaron principalmente los pastores. Los labradores se los ponían casi exclusivamente si tenían que caminar entre la maleza cuando iban a cortar leña al monte.

Era una especie de delantal. Cubrían la parte delantera del torso y las piernas, a las que quedaban atados por detrás mediante correas en el caso de zagones de cuero y con cintas o hiladillos cuando estos eran de lona. Los últimos se usaban generalmente durante los trabajos de recolección del cereal, según muestra la foto del apartado de las albarcas y las imágenes central y derecha que siguen a este párrafo, para evitar mancharse los pantalones en una temporada en la que toda la familia colaboraba en los trabajos de siega, acarreo o trilla y, en consecuencia, las mujeres no podían dedicar ni una sola jornada a la colada.

 

 

 

LA INDUMENTARIA MASCULINA EN LOS TESTAMENTOS Y OTROS DOCUMENTOS

Aunque la información con la que contamos es muy escasa, transcribimos a continuación la indumentaria masculina que aparece en dos testamentos.

 

Boletín Oficial de la Provincia de Soria

30 de abril de 1875

Circular número 92.

"Habiendo desaparecido del pueblo de Alcozar Juan Alonso Cabrerizo, vecino del mismo, llevándose un macho mular, cuyas señas de uno y otro á continuación se expresan, é ignorándose su paradero, los Sres. Alcaldes, Guardia civil y demás dependientes de mi autoridad procederán á su busca y detención, y los pondrán a disposición de dicho Alcalde que los reclama, caso de ser habidos.

Soria, 28 de Abril de 1875.

El Gobernador,

JOSÉ FERNÁNDEZ DE VILLAVICENCIO.

Señas de Juan Alonso Cabrerizo.

Edad 44 años, estatura 5 piés, pelo negro, ojos ídem, barba poblada, viste

  • calzón

  • chaleco y

  • chaqueta de sayal á medio uso,

  • calzado de medias,

  • escarpines y

  • alpargatas,

  • sombrero negro á la cabeza;

lleva cédula personal expedida en 20 de Febrero de 1875, anda algo cojo."

 

 

10 de octubre de 1926

Inventario y cuentas de testamentaría formadas por consecuencia del fallecimiento de Don Félix Muñecas Alonso (del Hoyo) ocurrido en esta villa el 10 de octubre de 1926.

 

Ropas del difunto

Ptas.

un traje de pana en buen uso, vale

30

otro id. de sayal medio uso, en

15

dos faja de algodón, en

3

un tapabocas grande de lana en buen uso, vale

25

otro id. pequeño bueno, en

9

diez camisas de retor en varios usos, a 6 pts.

60

dos pares de calzoncillos, en

4

una capa de paño pardo medio uso, vale

25

un capote abierto de paño, en

18

 

22 de octubre de 1929

Inventario y cuentas de testamentaría formadas por consecuencia del fallecimiento de Don Diego del Amo y del Amo, ocurrido en esta villa en 23 de Septiembre de 1929.
 

Ropas del difunto:

Un pantalón y chaleco de pana negra, nuevos y chaqueta...

Otro ídem nuevo, pantalón de pana, vale...

Un traje de pana clara medio uso, vale...

Otra chaqueta y pantalón de pana negra mal uso...

Un tapabocas pequeño afelpado, vale...

Otro ídem pequeño de paño negro, vale...

Una elástica de algodón negra buen uso, vale...

Una capa de paño, la mejor, vale...

Otra ídem de ídem parda, la segunda en clase, vale...

Otra ídem de ídem, mala, vale...

Un capote de sayal negro cerrado en buen uso, vale...

Otro ídem de ídem de sayal en mal uso, vale...

Un sombrero de paño negro buen uso, vale...

Un par de botas en buen uso, valen...

Un par de zapatos negros buen uso, valen...

Un par de alpargatas cerradas negras y nuevas, valen...

Cuatro pares de calcetines de lana negra a 1 pts. uno...

Tres camisetas de punto inglés medio uso a 2 pts. una...

Un pantalón de punto ídem, vale...

Veintitrés camisas de retor en varios usos valoradas en 3 pts. una …

Doce pares de calzoncillos de retor en varios usos, valorados en 3 pts. uno...

Unos tirantes con gomas valen...

Tres pañuelos para la nariz a 25 céntimos uno...

Una gorra de visera valorada en...

Ptas.

35

12

12

5

12

4

4

45

25

5

25

2

5

16

16

1

4

6

1

69

36

2

1

Cts.

50

75

 

25 de octubre de 1958

Inventario-relación de bienes muebles quedados al fallecimiento de Mariano Cabrerizo Rejas el día 24 de octubre de 1958.

Indumentaria masculina:

. Una manta comprada blanca y rosa, de borra y dos caras, a medio uso.

. Un traje de pana de hombre y negro bastante usado.

. Un traje de pana de hombre, negro nuevo.

. Una faja negra de hombre, comprada, a medio uso.

. Un tapabocas grande, verde, encarnado y colorado, viejo.

. Un pañuelo del cuello de hombre, antiguo, blanco, en buen uso.

. Un pañuelo del cuello de hombre, de seda, encarnado y rayas, nuevo.

. Un tapabocas de cuello, hombre, astracán, en buen uso.

. Un par de tirantes de hombre, morados, a medio uso.

. Una camisa rayada de hombre en buen uso.

. Una camisa rayada de hombre, mala.

. Cinco camisas de hombre, color azul, a medio uso.

. Dos camisas de hombre, rayadas, en mal uso.

. Una camisa de hombre, blanca, en mal uso.

. Dos camisetas de hombre, una punto inglés y otra franela, a medio uso.

. Siete pares de calzoncillos de hombre, azules, malos.

. Un jersey de hombre, azul, de algodón, a medio uso.

. Otro jersey de hombre, gris, en mal uso.

. Un pantalón azul, de hombre, malo.

. Seis pañuelos nariz, de hombre, malos.

. Una boina de paño, negra y mala.

. Una capa grande de paño, parda, a medio uso.

. Un par de zahones de hombre, de cuero, a medio uso.

 


Principal ] Arriba ] Siguiente ]

[ indumentaria masculina ] indumentaria femenina ] indumentaria infantil ] costumbres varias A-F ] costumbres varias G-P ] costumbres varias Q-Z ] remedios caseros A-F ] remedios caseros G-P ] remedios caseros Q-Z ] algunas costumbres ]