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INDUMENTARIA FEMENINA

 

 

EL TRAJE FEMENINO ANTIGUO, por Atilana Aparicio Alonso (1995)

 

 

Trajes regionales (1995)

 

LA MANTILLA: Ésta se usaba antiguamente para tapar la cabeza, digamos que era lo mismo que el velo que se utilizó después para ir a misa y que en la actualidad ya casi no se ve por ninguna parte. También se llevaba para la famosa o célebre ceremonia denominada “salir a misa”, que llevaba a cabo la mujer que había tenido un hijo después de cumplir la cuarentena de haber dado a luz. La parturiente lo celebraba asistiendo a misa, como primera salida a la calle, para dar gracias a Dios por dicho evento.

En la antigüedad la llevaban para complementar la saya y la chambra. El tejido era llamado de paño fino, llevando en todo su alrededor una cinta, cuya anchura era de seis a ocho centímetros y solía ser de pura seda o terciopelo. La forma de atrás de dicha mantilla era redondeada haciendo forma de capa.

Hoy en día aún se conserva algún modelo que ciertas personas de Alcozar guardan con cariño como antigüedad y recuerdo de sus bisabuelas.

LA FALTRIQUERA: Este indumento, mas bien femenino, era en forma de bolsillo y en la antigüedad fue usado como tal. Se confeccionaba en tela o ganchillo, con lana de colores diferentes o de un solo color, añadiendo un cordón o cinta en la parte superior de ella y que después se ataba a la cintura incorporándola debajo de la saya.

La saya llevaba una abertura de unos quince centímetros de largo por donde se introducía la mano para sacar las cosas y objetos guardados en la faltriquera. En ella se guardaban los objetos más impensados: desde la llave de la casa (de tamaño considerable) hasta una pequeña navaja, castañas pilongas, higos secos, botones, etc.

Todas estas cosas eran de poco valor, pero yo las recuerdo con nostalgia, añorando mi niñez y pensando en las personas y familiares, como abuelas y algunos vecinos, que nacieron en el siglo pasado, sobre el año 1865-1870. Estas abuelas nos mandaban enhebrar la aguja, acercarles el botijo para beber agua o algún otro recado, y era entonces cuando nos obsequiaban con algún higo o castaña que sacaban de su faltriquera y que, por aquel entonces (1934-1936) agradecíamos y gustábamos como si fuese un manjar exquisito al estar faltos de esta abundancia que hoy poseemos.

Como final diré que la faltriquera, en algunas ocasiones, también se utilizó como caja fuerte, guardando en ella cosas de valor: como dinero y “onzas de oro” que sólo poseían las familias más adineradas de Alcozar.

EL JUSTILLO: Prenda interior que hoy llamamos “faja”. Por entonces los modelos no eran muy variados, yo describo los dos que conozco:

El primero eran en forma de faja muy corta, con ojetes en las dos partes del delantero. Estos ojetes se hacían en forma de ojal redondo pequeño. Los cordones, como el justillo, se confeccionaban en casa con un trozo de tela un poco fuerte, y en la punta del cordón se metían los arretes para poder pasar el cordón y apretarlo a medida de cada cuerpo.

El segundo modelo que voy a describir tiene más semejanza a las fajas de hoy, aunque éste también se confeccionaba en casa con tela. El largo sobrepasaba la cintura, estrechando la cadera, y llevaba unas hombreras estrechas cosidas, poniendo alguna ballena a lo largo que obligaba a mantener el cuerpo erguido. También llevaba ojetes pequeños, de un tamaño lo suficiente para meter el cordón que se apretaba al máximo para hacer más esbelta la figura.

Refajos de lana y algodón (1995)

EL REFAJO: Éste hacía las funciones de combinación. Era de medio cuerpo o de cuerpo entero. Su largura se extendía por debajo de las rodillas, casi hasta media pierna, llevando unos tirantes añadidos en la parte superior. Se confeccionaba con lana tejida a ganchillo de color alegre, con tonalidades diferentes, siempre conjuntando los colores.

El cuerpo era liso y la falda haciendo forma de ondas y terminación en pico, lo que daba una originalidad especial a esta prenda.

LA SAYA: Esta prenda femenina se usaba antiguamente (en el siglo pasado y principios de éste) como hoy en día la falda. Era de tejido fuerte de pura lana, llamado “sayal”, y de colores variados: encarnado, amarillo, morado y pajizo o claro. Era larga hasta los tobillos y muy fruncida en la cintura. En la parte bajera de la saya iban atravesadas unas cintas anchas (llamadas tiranas) de colores negro, dorado o plateado, según el color de la saya, porque se aplicaban estas cintas para que conjuntasen con ellas.

Más tarde las mozas la usábamos el día de San Juan para asistir a la misa, después de haber celebrado la chocolatada a la salida del sol en Cerro la Cabaña o en Macerón, costumbre muy antigua y divertida de este lugar. Después nos apresurábamos para volver a casa y vestirnos con este atuendo popular llamado saya. Para completar la indumentaria tradicional, nos adornábamos la espalda con un pequeño pañuelo bordado en colores alegres y con flecos que nosotras pretendíamos que hiciese las veces de mantón de Manila. Así, entrábamos a la misa más bien tarde con el propósito de que todos los mozos nos mirasen al son de nuestro taconeo y desfilando más alegres que unas castañuelas por haber conseguido nuestro propósito de ser “protagonistas”. Y, además, ¡qué caray, estábamos guapas!

Este atuendo se usó más tarde por la Sección Femenina y ha quedado como traje regional en nuestros días.

LA CHAMBRA: Prenda de vestir que hacía las veces de blusa. Ésta era más bien de colores oscuros. Las más elegantes se usaban en las celebraciones de bodas, bautizos o días festivos muy señalados. Eran .siempre de manga larga, talle normal y la cadera era corta, no sobrepasando los cuatro o cinco dedos de la cintura. Por dentro y en la parte de atrás llevaba cosida una cinta, y en ella se introducía un cordón o hiladillo que, tirando de él, se obtenía la medida ajustada a la cintura, dando forma y vuelo a la cadera y embelleciendo la silueta.

Algunas tenían tablas verticales de poca profundidad en el delantero y espalda, otros modelos llevaban pechera abrochada con automáticos, ésta era de tul y encaje, como una especie de chantilly de color claro, contrastando y haciendo juego con la saya y siempre resaltando la elegancia de aquella época.

También las había con las mangas mas bien estrechas con adornos de abalorios en la parte delantera de la pechera, cuello y puños, y, por último, con terciopelo o raso en los mismos puntos, haciendo las formas originales y elegantes de entonces. Aquí, en Alcozar, aún se conserva algún modelo en buen estado.


 

LA INDUMENTARIA FEMENINA EN LOS TESTAMENTOS

 

 

Aunque la información con la que contamos es muy escasa, transcribimos a continuación la indumentaria femenina que aparece en dos testamentos.

22 de octubre de 1929

Inventario y cuentas de testamentaría formadas por consecuencia del fallecimiento de Don Diego del Amo y del Amo, ocurrido en esta villa en 23 de Septiembre de 1929.

Ropas de viuda:

Una saya de lana nueva color lirio, vale...

Otra ídem de ídem color vinagre, vale...

Otra ídem de sayal negra, buen uso, vale...

Otra ídem de paño medio uso, vale...

Otra ídem de lana color pajiza medio uso, vale...

Una falda negra de satén y nueva, vale...

Otra ídem de ídem más inferior, vale...

Dos delantales de satén, valorados en...

Una chambra negra de satén, valorada en...

Un mantón de abrigo negro, medio uso, vale...

Una toquilla negra de lana nueva, vale...

Otra ídem de ídem sin fleco, nueva, vale...

Un mantón con ramos en mal uso, vale...

Una mantilla de seda para ir a la iglesia, a medio uso, vale...

Otra ídem de paño para ídem, valorada en...

Otra ídem peor, valorada en...

Un pañuelo negro de seda en buen uso, vale...

Diezyochoi camisas de retor en varios usos, a 3 pts. una...

Dos pares de enaguas de ídem, a 3 pts. una...

Tres pares de medias de lana, a 1,50 una…

Ptas.

12

10

12

9

6

8

5

4

3

20

6

6

1

2

3

1

2

54

6

4

Cts.

50

50

50


25 de octubre de 1958

Inventario-relación de bienes muebles quedados al fallecimiento de Mariano Cabrerizo Rejas el día 24 de octubre de 1958.

Indumentaria femenina:

. Una enagua, blanca, con cuerpo y en buen uso.

. Una enagua, blanca, con cuerpo, rota.

. Una enagua, blanca, con cintura, a medio uso.

. Una enagua azul, con cuerpo, buena.

. Una braga, azul, nueva.

. Dos camisas de señora, de viscosa, azules y nuevas.

. Una mantilla de satén de ir a misa, negra y en buen uso.

. Un manto de señora, ir a misa, de lana, negro y en buen uso.

. Una camisa blanca de señora en mal uso.

. Una blusa señora, azul, de batista, bordada en azul, buena.

. Una chambra blanca con puntilla a medio uso.

. Dos pantalonesii señora, antiguos, malos.

. Una capa de señora (pelerina), lana, azul y a medio uso.

. Un corseyiii de señora blanco, a medio uso.

. Un trozo de viscosa, negro, nuevo.

. Dos velos de gasa, el uno bueno y el otro malo.

. Un velo enramado nuevo y otro en mal uso.

. Un mantón de señora y de pelo nuevo.

. Dos velos ir a misa malos.

. Un delantal de satén, negro y a medio uso.

. Una falda y blusa de hilo, negros y en buen uso.

. Una falda y blusa negra, a medio uso.

. Un vestido de lana, color marrón, bueno.

. Un vestido de seda, negro, en buen uso.

. Un abrigo de paño de señora, negro, a medio uso.

. Una camiseta de señora, blanca, punto inglés, en buen uso.

. Un mantón de ramos, de lana, apolillado.

. Dos pares de medias, a medio uso, unas de seda y el otro par de algodón.

. Una toquilla de lana, negra, en buen uso.

. Dos pares de zapatos de señora, a medio uso, de cuero.


i   Diezyocho: Dieciocho.

ii  Pantalones: Pololos.

iii Corsey: Corsé

 


 

LA INDUMENTARIA FEMENINA EN EL MUSEO TEXTIL DE ALCOZAR

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

OTRAS PIEZAS DE INDUMENTARIA FEMENINA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

CURSOS DE CORTE Y CONFECCIÓN, por Catalina Aparicio Pastor (2017)

 

 

Al poco de acabar la guerra, tendría yo doce o trece años, íbamos mi cuñada Carmen y yo a clase de corte y confección a Velilla. Las clases las daba la mujer del jefe de la estación de Renfe. Teníamos una caminata diaria de unos 4 kilómetros y medio de ida y otros tantos de vuelta. Para acortar camino, íbamos por los altos, pero algunos días pasábamos miedo, porque caminábamos campo a través. Yo me cansé y dejé el curso sin terminar. Mi cuñada sí que fue hasta el final y consiguió un título o diploma que daban en reconocimiento a los conocimientos adquiridos.

Era la primera vez que hacíamos prendas de vestir con patrones, y con lo poco o mucho que aprendí hice todos los vestiditos y trajecitos a mis hijos cuando eran pequeños. Los patrones eran para ropa femenina y de niño; no incluían prendas masculinas.

Por aquel tiempo el uso de las bragas no se había generalizado todavía en Alcozar, aunque sí que las llevábamos algunas chicas. Recuerdo que en el tiempo en el que maduraban las moras, decía mi tía Luciana, que era por entonces la maestra: “hay que subir a la morera, pero que sólo suban las que lleven bragas”. Cuando esto ocurría, la Trini, otra de mis cuñadas, que se casó después con mi hermano Sixto, no dejaba de llorar, porque ella no las llevaba. Su madre, la Aquilina, se negaba a comprar un retal de tela para hacer un par de bragas, y eso que eran de una de las familias más pudientes del pueblo. Tanto insistía la chica que su abuela, la tia Trinidad, le dio una camisa de las suyas para que se hiciese las deseadas bragas. Como las camisas femeninas de entonces llegaban casi hasta los pies, cogimos los patrones e hicimos tantas bragas como dio de sí la tela.

 

 


 

CURSOS DE CORTE Y CONFECCIÓN (II)

 

Unos años después, a finales de los años 40 o principio de los 50 y ya en Alcozar, fue doña Agustina, maestra y esposa del secretario municipal, quien impartió clases de corte y confección a bastantes chicas de las más mayores que iban a la escuela y las que la habían abandonado por su edad.

Una de esas chicas era Beatriz García, quien contaba en una ocasión que se sintió la persona más importante y feliz del mundo el día que estrenó su primer abrigo. Lo había hecho ella misma y lo lució ufana en la boda de Mariano y Asunción.

 


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