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| | EL
LAVATORIO Y EL ENTIERRO DE CRISTO
por
Crispina Encabo de Blas y Teodora Pastor Puentedura (1995)
El lavatorio (foto 2004)
El
día de Jueves Santo por la tarde el señor cura lavaba los pies a doce chicos
de los que iban a escuela. Así hacía lo mismo que hizo Jesús con sus
discípulos.
Se
iba a la iglesia y se cantaba esta canción mientras les estaba lavando los
pies, y luego les daba una perra gorda, así que los chicos se peleaban por
hacer de discípulos y luego poderse comprar un puñado de "cacagüeses"
en casa del tio Miguel.
EL
LAVATORIO
¡Cuán
humilde y amoroso!
toma
una blanca toalla
el
Señor impuesta al hombro,
y
una bacía con agua
para
hacer el Lavatorio.
Púsose
a los pies de Pedro
el
Señor para lavarle;
al
punto arrójase al suelo
diciendo:
"Maestro amado,
eso
yo no lo consiento".
"Eso
de lavar los pies
para
mí, Señor, se queda;
soy
un pobre pecador
que
vengo de baja esfera,
mas
no por mi Redentor".
Le
miró el Señor y dijo:
"si
no te dejas lavar,
no
me tendrás por amigo,
ni
menos podrás gozar
del
terrenal paraíso".
Luego
Cristo enamorado,
tomó
con su mano diestra
un
pan que fue consagrado
y
a todos les repartiera.
EL ARADO DE LA PASIÓN DE CRISTO
El arado cantaré,
de piezas lo iré formando,
y de la pasión de Cristo
misterios iré explicando.
El dental es el cimiento
donde se forma el arado,
pues tenemos tan buen Dios
y amparo de los cristianos.
La cama será la cruz,
la que Dios tuvo por cama,
y al que siguiera su cruz
nunca le faltará nada.
El techero que atraviesa
desde el dental a la cama,
es el clavo que traspasa
aquellas divinas palmas.
La telera y la chaveta,
Ambas, las dos hacen cruz,
consideremos cristianos
que en ella murió Jesús.
La esteba será el rosal
donde salen los olores,
María coge colores
de su vientre virginal.
La reja será la lengua,
la que todo lo decía,
¡Válgame el divino Dios
y la sagrada María!
El pescuño es el que aprieta
todas estas levaciones,
contemplemos a Jesús,
afligidos corazones.
Los orejeros son dos,
Dios los abrió con sus manos,
significarán las puertas
de la gloria que esperamos
El timón que hace a derecho,
así lo pide el arado,
significa la lanzada
que atraviesa su costado.
Las velortas son de hierro,
donde está todo el gobierno,
significa la corona
de Jesús el Nazareno.
El barreno que atraviesa
la clavija del timón
es el clavo que traspasa
los pies de Nuestro Señor.
Los bueyes son los judíos,
los que a Cristo le llevaron
desde la casa de Anás
hasta el monte del Calvario.
El yugo será el madero
donde a Cristo le amarraron,
las cuerdas son los cordeles
con que sus manos ataron.
Los frontiles son de esparto,
se los ponen a los bueyes,
y al buen Jesús maniataron
con muy ásperos cordeles.
El barzón es la saeta,
se la tiran al costado.
La correa es el pañuelo
con que sus ojos ataron.
Los collares son las fajas
con que le tienen fajado.
Los cencerros, los clamores,
cuando le están enterrando.
El gañán es Cireneo,
el que a Cristo le ayudaba
a llevar la Santa Cruz
de madera muy pesada.
La azuela que el gañán lleva
para componer su arado
significará el martillo
con que remachan los clavos.
La ijada que el gañán lleva
agarrada con sus manos,
significará las varas
con que a Cristo lo azotaron.
El surco que el gañán lleva
por medio de aquel terreno,
significará el camino
de Jesús el Nazareno.
Las toperas que se encuentra
el gañan cuando va arando,
significan las caídas
que dio Cristo en el Calvario.
La semilla que derrama
el gañán por aquel suelo,
significará la sangre
de Jesús el Nazareno.
El agua que el gañán lleva
consigo todos los días,
significará las hieles
que nuestro Señor bebía.
Ya se concluye el arado
de la Pasión de Jesús,
adoremos a María,
que nos dé su gracia y luz.
Padres, los que tengáis hijos,
ya habéis oído el arado,
dadles buena educación
y procurad enseñarles.
Es una canción propia de la Cuaresma muy extendida, con ligeras variaciones, por
zonas agrícolas. Se hace una comparación entre las diferentes piezas del arado y
la pasión de Cristo.
Cuaderno de cantares de Crispina
Encabo de Blas
EL ENTIERRO DE CRISTO (Crispina Encabo de Blas)
En el doloroso entierro
de aquel justo ajusticiado
que por culpas, y no suyas,
quiso morir en un palo.
Las campanas clamorean
en los sensibles peñascos,
que es bien que las peñas hablen
en tan lastimoso caso.
Viste el sol bayeta negra
y la luna monjil basto,
capuces la tierra y cielo
que son del muerto criados.
La noche colgó de luto
las paredes del Calvario
y el templo pesar mostró
sus vestiduras rasgando.
Las hachas son amarillas,
que los celestiales astros
como vieron su luz muerta,
amarillas se trocaron.
De la Caridad vinieron
a enterrarle dos hermanos
y los de la Vera-Cruz
con algunos del Traspaso.
Angustias y soledades
al entierro acompañaron,
mas no vino la clemencia
que, de doce convidados,
uno sólo se halla en él,
que era del difunto amado.
Para amortajar el cuerpo
dio un piadoso cortesano
de limosna una mortaja,
de su licencia un retrato.
Hizo la madre el aceite
de sus ojos lastimados,
derramando agua bendita
el Pater Noster rezando.
Con olorosos ungüentos
ungen el cuerpo llagado,
de los vasos de sus ojos
miel amarga destilando.
Llevan al difunto Dios
en los dolorosos brazos,
con lamentables suspiros,
tristes lágrimas llorando.
Llévanlo al sepulcro ajeno,
y fue pensamiento sabio,
pues para sólo tres días
bastó un sepulcro prestado.
Abrió el sepulcro la boca
y recibió a Dios temblando,
que aún las piedras, si comulgan,
han de temblar comulgando.
Alma ven a las acequias
de Jesús, tu enamorado,
que yace por tus amores
muerto, libre y desangrado.
Mira sin luz a la luz,
sin vida al que te la ha dado,
condenan al Salvador
por salvar al condenado.
Mira
por ti a Jesús muerto
y que muerto y enclavado
te dice: Ay, esposa mía,
aunque te has muerto, te amo.
Mira aquestos rojos pies
y aquestas sangrientas manos,
mira este rostro escupido
y este cabello arrancado.
Mira aquesta boca herida
y aqueste cuerpo azotado
y esta cabeza sangrienta
y este pecho alanceado.
Éntrate en esas heridas,
más que sangre ha brotado,
cierta señal, alma mía,
que eres tú quien las ha dado.
Yo te perdono mi muerte,
como llores tus pecados
que estoy para perdonar,
aunque muerto, no cansado.
Cesen ya las sinrazones,
alma, basta lo pasado,
que será hacer de tus yerros
otra lanza y otros clavos.
Acábanse con mi muerte
tus culpas y mis agravios,
porque es ofender a un muerto
los corazones villanos.
De tus culpas y mis culpas
los dos quedaremos sanos
al derramarse sobre ellas
mirra de dolor amargo.
Alma, mis heridas cura
con ese bálsamo santo
y las tuyas, que tú hiciste,
las podrás curar llorando.
En el plato de tus ojos
dame manjar de tu llanto;
podrás decir que aun muerto
pudo dar vida a este plato.
Ámate tú, como debes,
y viviremos entre ambos;
tú enterrándote conmigo
y yo
en ti resucitando.
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