| COLLARES DE "CARAMBUJOS" por Amelia Pastor del Amo (2003)
Luciendo collares de "carambujos"
Cuando éramos pequeñas, como no teníamos juguetes, nos las agencíabamos para hacérnoslos nosotras mismas. Por ejemplo, íbamos a buscar "carambujos" y nos hacíamos collares y pulseras. Los "carambujos" (caramujos o escaramujos) se crían en las zarzas. Son como unas bolas un poco alargadas que primero son de color verde, luego se vuelven anaranjadas y por último, cuando ya están maduras, son rojas. La zarza es un rosal silvestre que echa unas flores de cinco pétalos de color blanco que después se vuelven rosa pálido. Antes de salir las flores, la zarza o espino cría unos brotes que, cuando estaban todavía tiernos, los arrancábamos, los pelábamos bien y nos los comíamos. Estaban muy buenos, aunque nuestras abuelas nos reñían porque decían de producían cáncer. Nosotras no nos lo creíamos y seguíamos comiéndolos. Los mejores brotes se daban en unas zarzas que se criaban en la Poza Vallejo. También nos comíamos los "carambujos" cuando estaban maduros. Teníamos que abrir bien el "carambujo" y sacar las pipas (pepitas) y una pelusilla que tienen dentro, porque si te los comías sin limpiarlos bien, luego te picaba mucho el culo. Pero el mayor atractivo de los "carambujos" era la posibilidad que nos brindaban de fabricarnos elegantes collares y pulseras. Se seleccionaban los mejores "carambujos" escogiéndolos por el color y el tamaño para que todas las cuentas fueran parecidas y el collar o la pulsera (creo recordar que también nos hacíamos anillos, pero la imaginaria "piedra preciosa" resultaba bastante molesta por su abultamiento sobre el dedo) fuera de aspecto homogéneo. A continuación se cogía un hilo (preferentemente de carrete para que fuera más resistente) se enhebraba en una aguja y se iban metiendo los "caramujos" o cuentas para hacer el collar o la pulsera. Cuando se había conseguido la largura deseada, se ataba el hilo al cuello, la muñeca o el dedo, y... ya teníamos nuestras elegantes alhajas listas para ser lucidas. La vida de estas joyas era corta, pues nunca conseguimos hacer un broche que nos permitiera ponérnoslas y quitárnoslas sin que el hilo se rompiera.
|