| EL COTO por Andrés García Madrid (1995)
El coto era uno de los juegos a los que más jugábamos los chicos de la escuela hace treinta y tantos años. En la actualidad, como no hay chicos en Alcozar y las escuelas hace tiempo que están cerradas, este juego se ha perdido. En aquellos tiempos practicaban este juego igual las chicas que los chicos, aunque se solían hacer grupos aparte, es decir: los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Para jugar al coto se tenía que disponer del "instrumental" necesario. Para ello se iba a una leñera y se cogía una támara que tuviera las ramas cuanto más rectas, mejor. Luego se cortaba un palo de aproximadamente 30 o 40 centímetros de largo, que se llamaba vara; y otro de unos 10 o 12 centímetros que recibía el nombre de coto. A este coto se le sacaba punta -al estilo lapicero- por los dos lados, y esas puntas, que se hacían con un cuchillo o una navaja, se llamaban pitones. Este juguete resultaba bastante barato, así que todos los chicos podían fabricárselo ellos mismos o pedir a sus padres o abuelos que se lo hicieran. Con los "instrumentos" ya preparados, se reunían los jugadores en un sitio donde hubiera bastante espacio. Se marcaba una raya en el suelo y... ¡a jugar! Se echaba a suertes para ver quién salía el primero, es decir, quién empezaba el juego. Después, el chico que tenía que comenzar y al que vamos a llamar "A", se colocaba en la raya, cogía la vara con la mano derecha —a no ser que fuera zurdo o "zocato", como se decía en Alcozar— y con la izquierda sujetaba el coto por uno de sus extremos. El otro chico, al que llamaremos "B", se colocaba enfrente de dicha raya, a una determinada distancia. A continuación, "A" tiraba el coto al alto y, cogiendo un buen impulso, le golpeaba con la vara tan fuerte como pudiera para que llegara lejos y, al mismo tiempo, no le pudiera coger al vuelo "B", que era el chico que hacía de contrincante. Si "A" no conseguía dar al coto y éste caía al suelo por su propio peso, se decía que había hecho una vana. Volvía a lanzar el coto y, si no conseguía darle con la vara en tres veces consecutivas, había perdido y empezaba a jugar "B". También se perdía si se daba al coto pero el "contrincante" cogía éste al vuelo antes de que cayera al suelo. Si "A" sólo había hecho una o dos vanas —o hasta tres, que era el máximo permitido— y en el tercer tiro se había quedado el coto, por ejemplo, a una distancia de la raya de veinte metros, "B" tenía que "sacar esas vanas". Consistía esto en que "A" colocara la vara sobre la raya, y "B" se pusiera donde había caído el coto, le cogiera y se le pusiera en el empeine del pie. Así colocado lo tiraba en dirección a la raya de salida tantas veces como vanas hubiera hecho "A". Si "B" lograba chocar la vara con el coto, "A" perdía la jugada y "B" cogía los "instrumentos" de juego y comenzaba su partida. A veces, cuando el chico que tiraba, aunque diera en el coto, lo dejaba muy cerca de la raya, podía "pedir vana" por considerar que su tiro no había sido satisfactorio. Si el tiro había sido bueno y el compañero no había podido cogerlo en el aire, así como si se había pedido una vana y "B" no había chocado la vara, "A" tomaba la vara del suelo, se acercaba a donde hubiera caído el coto e intentaba levantarlo por alto al dar con dicha vara en uno de los pitones; y, cuando estaba volando, lo impulsaba de nuevo dándole un segundo golpe. Esto se repetía por tres veces y, evitando siempre que "B" pudiera coger el coto al vuelo,
A continuación "A" colocaba la vara sobre la raya de salida, y "B" recogía el coto de donde hubiera caído por última vez y lo lanzaba hacía la vara con intención de que ambos chocaran. Si chocaba, comenzaba el juego "B" y, si no, volvía a tirar "A" de la forma ya indicada e iba sumando los puntos de cada una de sus jugadas. Podía ocurrir que el coto hubiera quedado desviado de la línea de tiro. Entonces, "B" podía pedir "tirar en derenchura", es decir, coger el coto y hacer una línea recta en el suelo hasta que éste quedaba enfrente de la raya de tiro. A continuación, lanzaba el "artefacto" hacia la vara puesta en el suelo con intención de que chocasen ambos. Si se había seguido el juego sin ningún contratiempo, "A" calculaba a ojo cubero la distancia que había entre la raya de tiro y el lugar donde hubiera dejado el coto "B" tras intentar acercarlo a la vara o chocar con ella, y pedía, por ejemplo, cincuenta. Esto quería decir que debían caber cincuenta varas en ese espacio. Si "B" pensaba que había pedido demasiadas, hacía medir a "A" con la vara en línea recta —aunque todo el mundo intentaba desviarse un poco— y, si no cabía el número de varas que había dicho, pues... también había perdido "A". Otras veces, o porque se veía claro que te habías quedado corto o bien porque se había quedado el coto en algún tejado u otro sitio desde donde era difícil medir, "B" contestaba: "ellas", sin más, queriendo indicar que estaba conforme y que no era necesario comprobar la medida. Volvías a tirar y se iban acumulando los puntos (número de varas de distancia) hasta que perdías y tenías que ceder coto y vara a otro.
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