| LAPIO por Andrés García Madrid (1995)
jugando a lapio (1995)
El juego que en Alcozar recibía el nombre de "lapio" se llamaba también "la piola", y se conoce en otros pueblos o regiones como la pídola. El juego de "lapio" era eminentemente masculino, es decir, que lo jugaban en teoría solamente los chicos. Y digo en teoría porque las chicas también lo practicaban, pero casi siembre a escondidas, pues se exponían, de ser vistas, a que las llamasen "chicotes" o "chicazos" y las considerasen como marimachos. No estaba bien visto el que jugasen a "lapio" las chicas porque, al saltar, se las subían las faldas para arriba y podían enseñar las bragas, cosa que, en aquellos tiempos era motivo de críticas y hasta se decía que era pecado. Consistía este juego en saltar un grupo de muchachos, uno tras otro, sobre un chico que se colocaba encorvado, con los codos en las rodillas y la cabeza para adentro con el fin de evitar que los que saltaban le pudieran dar una patada en la "mollera". Se procedía a un sorteo para ver quién debía ponerse encorvado, se hacía una raya en el suelo y el resto del grupo, después de coger carrerilla, comenzaba a saltar procurando evitar el pisar dicha raya. Si alguno de los chicos pisaba la raya, había perdido, y tenía que sustituir al que estaba agachado y éste se ponía a la cola del grupo de los que saltaban. Si todos habían saltado en su debida forma y no había perdido ninguno de ellos, el muchacho que estaba agachado se separaba de la raya la distancia que se acordara, por ejemplo, un paso; o bien un pie a lo largo y otro atravesado. A continuación comenzaba el segundo turno de saltos. El primero en saltar decía: "¡lapio!" y acto seguido saltaba de una forma determinada, por ejemplo, con los dos pies juntos. Y a continuación todo el grupo debía imitar el salto del primero, evitando siempre pisar la raya.
las
chicas y las mozas jugaban a escondidas
Si se había superado esta segunda prueba con éxito, el primero del grupo comenzaba una nueva ronda con un tipo de salto diferente. Por ejemplo, saltando con las piernas abiertas, colocando las dos manos sobre la espalda del encorvado y evitando al mismo tiempo pisar la raya y rozar con los pies la cabeza o el culo del que estaba agachado. En cada turno se iban añadiendo nuevas dificultades y, quien no era capaz de superarlas, perdía y tenía que hacer las veces de "burro", es decir, colocarse para que los demás saltasen por encima de él. Otra de las habilidades era que el primero dijera: "¡media!", al comenzar la ronda. Esta prueba consistía en dar medio paso y, sin apoyar el otro pie en el suelo, saltar sin rozar a quien estaba agachado. Las diferentes formas de salto dependían de la imaginación e inventiva que tuviera el primero del grupo.
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